miércoles, 19 de noviembre de 2008

Tokiyori y yo

Después de una regencia particularmente próspera, Tokiyori murió en 1263, cuando sólo tenía treinta y siete años. Cuando comprendió que el momento de su partida se estaba acercando, se puso la túnica budista y se sentó en un asiento de paja de los utilizados en la meditación. Trás haber escrito su canción de despedida, murió en paz. La canción dice:
!Alto subió el espejo del karma,
a lo largo de treinta y siete años!
Ahora se rompe de un martillazo.
El Gran Camino sigue, como siempre, sereno.
No he podido contener las lágrimas.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Concierto de Calamaro (dos semanas después): la tradición del fragmento

Las figuras del sueño: la del bosque cuando una persona camina y entre árboles se sorprende. No hay peor laberinto que el de los ojos, el del movimiento perpetuo. El único modo de ser. El concierto estuvo puro pensamiento El salmón era pura luz y sombrero. Lo mejor las guitarras. Una sola cosa dejó claro: el lugar camina contigo. En los momentos en los que una canción y otra canción, una lengua y otra lengua. Solitas y juntas y dentro de la canción y un coro que no se hacía esperar. La canción se prolonga no solo oídos odios sodios y canción canta. Bob y Sabina acompañaron al salmón. Algunos nomás: en ese mundo en el que la letra se junta y se extiende de color y vida: uno es donde la letra sale, donde la música florece. Uno es nadie, pero ese nadie disfruta y canta y puede estar y ser cualquier hombre que sobre la tierra también canción. Tradición hecha de retazos y de hojas. Cualquier hombre escucha una canción y cualquiera se sorprende, involucrado y complice: escucha como suena dentro.