martes, 8 de febrero de 2011

Servicios higiénicos


Aquella tarde el dolor se impuso sobre él y todos los pasajeros del autobús. Su cabeza expandía sus dimensiones, se contraía, se dilataba, en sístole y diástole interminable. Bebió el jarabe que el médico le había recomendado. Todo fue en vano: el dolor crecía inarticulado y superior a él. Los pasajeros, un poco heridos por su culpa, improvisaban cuidados y remedios. Por ejemplo, al acercarse al lugar donde se encontraba recostado todos habían cedido a quitarse los zapatos, andando descalzos a su alrededor, cogiendo las cosas con suma delicadeza y cortando su respiración en una armonía de difícil y, por lo general, imposible ejecución. Cualquier vibración conseguía que se retorciera, se doblara y culminara en posiciones inverosímiles y dolorosas para todos.

El carro había parado hace media hora y nadie sabía cuáles eran las medidas indicadas y cómo resolverían ese problema que, de alguna manera, los incumbía a todos. Algunos empezaban a sentirse incómodos. El viaje se había prolongado más de lo esperado. Y aunque la voluntad de ayuda y la solidaridad habían encontrado una espléndida manifestación en sus actos, no dejaba de ser cierto que la desesperación se trazaba en sus rostros en un diseño que, poco a poco, se asemejaba al odio. Las llamadas habían sido hechas, sin embargo, hasta ese momento, ninguna ambulancia llegaba a socorrerlos. La mayoría prefirió salir del vehículo y fumar un cigarrillo, el humo se elevaba denso y amargo como una increpación al casi muerto, al acongojado ser humano que se quebraba en el interior del transporte. Sólo unos cuantos pasajeros lograban sostenerse en el cuidado. Uno de ellos por ejemplo había colocado la cabeza del herido encima de sus piernas y con un pedazo de cartón producía el aire necesario para que no cayera en la incertidumbre, y acaso el miedo. Sus piernas se habían adormecido, debido al esfuerzo, y una especie de latido le recordaba que no podría aguantar más de un par de minutos.

Dentro todo era silencio, aunque cada cierto tiempo, no se sabe si por molestar, alguno de los pasajeros dedicados al cuidado mostraba síntomas de vómito y dolor de estómago. Inmediatamente era conducido fuera para no alterar la calma del recinto. Los encargados de la víctima no sabían nada más, pues aquellos individuos no regresaban, tampoco podían preguntarles a los que fumaban en el exterior (la guerra había iniciado, aun contra sus deseos). Cuando el cielo comenzó a oscurecerse, todos se echaban la culpa, unos a otros. No había pasado mucho rato cuando empezaron los golpes, a tal punto que incluso los que estaban dentro se vieron envueltos en la lid. Para ese entonces, mientras todos sangraban y maldecían a la raza humana, el hombre, el primero en caer, el dolido, se encontraba en un trance absoluto. Ajeno al movimiento y al ruido, completamente dormido, y tal vez feliz, roncaba como un salvaje.

sábado, 5 de febrero de 2011

Programa nº 6 Especial de fin de año 2010 Proyecto Nihon [PODCAST]

La grabación se hizo en dos fechas con problemas técnicos y en medio de los preparativos para la bienvenida del año nuevo. Pocas veces he sido tan feliz al tener entre mis manos una entrega de Proyecto Nihon. Colaboradores de Perú, Colombia y España en un trabajo que reúne un agudo sentido crítico y la exigencia del aficionado a la animación y la cultura japonesa. Un programa que no se pueden perder.