lunes, 13 de enero de 2014

La muerte y el mar


Para Nanet

La arena brilla como un sable
                                   pero esa reverberación
insinúa el fatal encuentro entre la marea y la luna /

mis manos entrelazadas con el viento

yo buscando el corazón relampagueante del polvo
                                   pero nada es igual a tu cabello flotando sobre un lago siguiendo el terco caudal de la combustión
crepitan los montes brota sangre muerta de los espejos extraños animales se reflejan en tus ojos envueltos en neblina en pelusas en alambres cables misteriosos rajan el asfalto
                                               mientras me deposito sin esperanzas sobre la tierra henchida chillando la lluvia con su cuchillo
                                                           recorre el delgado hilo de la muerte
para que seas capaz de recoger las viejas hojas opacas formas amuletos que conservo dentro de ti cubiertos de linfa fieles al transcurrir rabioso del tiempo que toma por asalto el cielo
                                   sin hallar el metal de las mentiras los árboles
                                   tragan luz y se mantienen iguales y dan sombra a los viajeros y esconden bichos alimañas peludas que respiran el tímido aire del amanecer niños cuya circulación púrpura estrecha el universo de la noche
                                                                       el firmamento
                                                                       las estrellas se estremecen / me aproximo el mar vibra bajo mi mano tibias sus aguas no se marchitan me arrancas la piel el cristal que refracta tu respiración se fractura se quiebra gruñe el óxido de mis articulaciones el amor
                                   su inesperada radiación  
asisto así a la separación de las espesas aguas
sus ropas flotan remecidas por el sol fustigadas por el viento riendo
                                                                                                                      a la intemperie 
sin noche ni chispas
                                   son los maderos la polilla amarilla que los transita los pececillos de colores disueltos en la lluvia sin rostro cuya máscara es carne sarro fierro / entre nosotros dentro de nosotros la certeza del abismo el silbido de la muerte el silencio el mar y la miel esplendida que rebosa de los odres
manantiales de colmillos
cercados por rapaces carniceros
                                                           rondan y roen las flores vaporosas tu vestido de humo tus manos de lodo sin tiempo abundan sobre el pasto o la orilla o el borde
puntiagudo de tu piel helada
                                                           llena de estrellas y llamas y diminutos relojes que reiteran una y otra vez el vaivén mortal de las aguas
el encuentro fortuito de dos planetas de fuego
fugaces como solo el viento o la luz o el agua que siempre permanecen inmutables

jueves, 9 de enero de 2014

Encuentro entre las aguas



Surjo como la luz
                                   en medio del aire frío regado de orines y de oro
                                   en ese aire turbio de aroma oscuro muerto
Surjo
como el desprendimiento de las rocas como la resonancia de la arena ante el maremoto inminente / y aunque no queda nada de mí sobre la playa

ahora que la marea ha abandonado unos cuantos míseros maderos

Del barco solo la esperanza

Del mar solo la cubierta la espuma escarlata que sobrevive siempre a los desastres / me recuesto en tu hombro, viejo amigo, porque sin duda nada soy y nada merezco, pero esta noche estamos tú y yo cubriéndonos los pies con la arena parda del viento
vibrando de miedo ante los diminutos cortes señalados por el frío dispuestos al resplandor del sueño  

El mar permanece inerte

como si la muerte fuera permanecer siempre
envuelto en un hábito ensangrentado
saboreando monedas llenas de herrumbre
máscaras secretas que miran al norte hacia la ciudad del viento / donde de seguro encontraremos enterradas las últimas reliquias doradas del navío

Pero voy a la ciudad que flota trasparente sobre el agua que desconoce la nieve la pedrada lo marchito que impregna otras ciudades
                                   voy hacia allí hollando el piso hacia el hallazgo lleno de ti, hijo mío, que aún no tienes rostro que tampoco conoces mi morada ni la ruina que reina en esta tierra / toco el último tono de mi xilófono asediado por la fiebre que posee animales y se desprende de ellos

huele a vinagre o tiene la consistencia del polvo o del semen sordo de la muerte

Encontré sobre las losetas amarillas
la lluvia estaba presente
el mal y el alma de los marineros ebrios aun detrás del umbral de la vida
                                                                                                                      usaban anillos y cadenas cuya reverberación causaba cataclismos

Con las manos en llamas despedí al misterioso espíritu de las aguas / ojalá, viejo amigo, conozcas el rostro mortal de mi pequeña luz invisible, le dije, sabiendo entre las tripas que las estrellas han abandonado el firmamento.