jueves, 9 de enero de 2014

Encuentro entre las aguas



Surjo como la luz
                                   en medio del aire frío regado de orines y de oro
                                   en ese aire turbio de aroma oscuro muerto
Surjo
como el desprendimiento de las rocas como la resonancia de la arena ante el maremoto inminente / y aunque no queda nada de mí sobre la playa

ahora que la marea ha abandonado unos cuantos míseros maderos

Del barco solo la esperanza

Del mar solo la cubierta la espuma escarlata que sobrevive siempre a los desastres / me recuesto en tu hombro, viejo amigo, porque sin duda nada soy y nada merezco, pero esta noche estamos tú y yo cubriéndonos los pies con la arena parda del viento
vibrando de miedo ante los diminutos cortes señalados por el frío dispuestos al resplandor del sueño  

El mar permanece inerte

como si la muerte fuera permanecer siempre
envuelto en un hábito ensangrentado
saboreando monedas llenas de herrumbre
máscaras secretas que miran al norte hacia la ciudad del viento / donde de seguro encontraremos enterradas las últimas reliquias doradas del navío

Pero voy a la ciudad que flota trasparente sobre el agua que desconoce la nieve la pedrada lo marchito que impregna otras ciudades
                                   voy hacia allí hollando el piso hacia el hallazgo lleno de ti, hijo mío, que aún no tienes rostro que tampoco conoces mi morada ni la ruina que reina en esta tierra / toco el último tono de mi xilófono asediado por la fiebre que posee animales y se desprende de ellos

huele a vinagre o tiene la consistencia del polvo o del semen sordo de la muerte

Encontré sobre las losetas amarillas
la lluvia estaba presente
el mal y el alma de los marineros ebrios aun detrás del umbral de la vida
                                                                                                                      usaban anillos y cadenas cuya reverberación causaba cataclismos

Con las manos en llamas despedí al misterioso espíritu de las aguas / ojalá, viejo amigo, conozcas el rostro mortal de mi pequeña luz invisible, le dije, sabiendo entre las tripas que las estrellas han abandonado el firmamento.

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