jueves, 30 de octubre de 2008

la interpretación al desnudo

acaso nadie entiende que solo ante el poema o el cuento uno se quita la ropa y los cabellos y los ojos. Queda nada. En un análisis no se descubre nada, sino uno mismo, lo cual es lo mismo, más nada. Nadie queda parado. Sólo es una oscura habitación o en el desierto mundo de ideas y de fuerzas azules y dispares que brum bran vrin abierto todo qué acaso es simple descubrir hablar y hablar de los dolores que nos causaron nuestras madres o pequeños golpes y sueños. Despierto en la interpretación, el mundo de cabeza y siempre de nuevo siempre. Soy yo el que me revelo

jueves, 23 de octubre de 2008

Bambu, la nada (esto no era lo que quería decir)

Tengo cinco dedos, aparecen y son cinco dedos que se mueven. Contemplo maravillado mi cuerpo y siento mi piel ligeramente gris, llena y cubierta de rosas y cristales que cubren toda la tierra las paredes de la mina, de la mina derrumbada en la que murieron muchos hombres con cascos morados y mascarillas. Recuerdo que cuando tenía 5 años mi abuela nos dejaba en la casa encerrados con un televisor blanco y negro a mi hermana y a mí. Yo nunca conocí a mi hermana, no la conozco ahora. Ella es una parte oscura en mi mundo de color. Desde pequeños no era raro encontrarnos peleando. Cuando mi abuela se iba el mundo se dividía. Ella dominaba el jardín y sus aguas, los animales y todas las plantas. Yo me encerraba en el cuarto, en la cama montado en ella, el televisor. Cinco dedos son cinco dedos. Era pequeño y veía con grave admiración mi mano. Era mi mano y en ese momento contemplando eso que era eso que era yo vino la pregunta. El primer descubrimiento es la marca. La línea que seguiremos está ahí. No creo en nada, ni siquiera en mí mismo, creo en el amor, pero no sé si pueda salvarnos. Cuándo conozcas el miedo. Nadie cambiará. La pregunta es porqué preguntarnos algo maldita sea. Quiero ser libre, pero significa mandar a la mierda todo. Preguntale al pequeño que mira su mano y no sabe nada y se da cuenta que detrás de su mano existe un terrible secreto que lo inutiliza que lo convierte en una suerte de vagabundo, de pequeño dios que sabe la verdad y se quema. Salve la gloria aquel que vio la luz y se muere. Abre los ojos y tal vez alguien los cierre.

viernes, 3 de octubre de 2008

Polvo de rosas

He sospechado del amor. Hoy mientras sentado esperaba que Claudia se acercara a la ventana, una extraña luz llenó mi pensamiento. Tal vez ella ande desesperada porque su evento no resultó como pensaba. El caos reina siempre que Claudia aparece con sus pelos revueltos, digna a sacrificarse y diciendo "no esperaremos a que nadie cambie el mundo" (un mundo de color por supuesto, así lo imagina ella). En el pasadizo fumo un cigarrillo que arde y enciende la  pequeña lucidez con la que puedo ver detrás de las cosas. Las personas se reúnen y recorren, algunas de la mano, el mismo sendero que yo, es un periplo donde lo común y el interés se imponen. Una ex pareja que tuvo cuatro años de relación, de un momento a otro, se cruzan en el pasadizo. ¿Qué harías? Ella saluda, no con apuro, de manera suave, como quien hace un favor, un servicio, la constatación entre un cuerpo desfigurado por el fuego y una fotografía amarillenta. Él la pasa peor. Es extraño: tratar de reponerse de algo así puede aniquilar a cualquiera. Cruzan uno frente al otro y puedo asegurar que el tiempo no termina para ellos. En un descuido que se dé, ella o él se harán más humanos, incorregiblemente humanos. Alguna vez se amaron y cuando se acabó nadie sabía la otra parte de la historia, Claudia. Ella lo abandonó porque el amor se convirtió en un hombre desconocido, claro como una hoja de papel y leve como un sueño. Lo que siempre deseó. No pudo evadirlo. Se dejó caer y, atrapada en una red, las cosas fueron diferentes. 

Ahora que se cruzan y se saludan siento una extraña tristeza. No me importa tanto el hecho de que sean ellos u otros, sino el que algo tan hermoso muera. Una vez, cuando la poesía era todavía una palabra curadora, escribí sobre la verdadera belleza de la rosa. En ese momento, con bastante torpeza y poca técnica y cuidado, veía una rosa secarse y veía en esa rosa secarse la vida, no algo como una cosa, sino como un despertar, como si un hombre siempre distante nos salvara y después y después desapareciera simplemente. En el salón alguien habló de la rosa y alguien más habló del amor, del amado y del amante y el mundo muere y seguirá muriendo. ¿Existe esa belleza que cura y que permanece como un arbusto ardiente en medio de un bosque helado donde los pájaros colgados de sus ramas titilan y sus graznidos son una fuerza misteriosa que mueve al bosque y a ese pequeño arbusto que no se agota? Claudia mira desde la ventana, levanto la mano y le digo "no cambies, Claudia; salvaremos al mundo pero ¿quién nos salvará a nosotros?". Ella sonríe, y es una pena que su sonrisa no sea esa luz silenciosa, sino esa rosa que se seca, esa rosa convertida en polvo que viaja invisible por el viento y se impregna en mi corazón y en mis pulmones.