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martes, 24 de septiembre de 2019

Abracadabra

Es difícil. Intentar. Recomponer. Sustituir. Aquello que nunca espera. Estar. Así. Contigo. Sin ti. Para nunca declarar que también. Aunque cambies. Y. Sientas. Esa imposible gana. De sentir. Apaleado con un palo. Para mí. O. Para ti. Siempre. Cuando escuchas. Esa melodía. Canta. También. Canta. Como nadie. Canta. Al borde. De. Esa mecánica. Monstruosa. Deletérea. Aérea. E infinita. Sin claudicar. O pretender. Aquello que se manifiesta. A pesar de que. Estamos. Acá. No allá. Aquí. Sobre. La piel. El ojo yerto. Azafrán del amor. Siempre. Dispuesto. Callado. Asimilado. Apenas visible. Táctil. Infinito. Si bien. Algo moribundo. Hazmerreír. Inquietante. Doblegado. Por el tiempo. Y. La miseria. Infinita. Que nos toca. A pesar. Digo a pesar. De que. Nada. Queda. Nada. Solo. Momentáneo. La caricia. Su recuerdo apenas. Nada más. Que el instante. En que. Tú y. Yo.  

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lunes, 13 de enero de 2014

La muerte y el mar


Para Nanet

La arena brilla como un sable
                                   pero esa reverberación
insinúa el fatal encuentro entre la marea y la luna /

mis manos entrelazadas con el viento

yo buscando el corazón relampagueante del polvo
                                   pero nada es igual a tu cabello flotando sobre un lago siguiendo el terco caudal de la combustión
crepitan los montes brota sangre muerta de los espejos extraños animales se reflejan en tus ojos envueltos en neblina en pelusas en alambres cables misteriosos rajan el asfalto
                                               mientras me deposito sin esperanzas sobre la tierra henchida chillando la lluvia con su cuchillo
                                                           recorre el delgado hilo de la muerte
para que seas capaz de recoger las viejas hojas opacas formas amuletos que conservo dentro de ti cubiertos de linfa fieles al transcurrir rabioso del tiempo que toma por asalto el cielo
                                   sin hallar el metal de las mentiras los árboles
                                   tragan luz y se mantienen iguales y dan sombra a los viajeros y esconden bichos alimañas peludas que respiran el tímido aire del amanecer niños cuya circulación púrpura estrecha el universo de la noche
                                                                       el firmamento
                                                                       las estrellas se estremecen / me aproximo el mar vibra bajo mi mano tibias sus aguas no se marchitan me arrancas la piel el cristal que refracta tu respiración se fractura se quiebra gruñe el óxido de mis articulaciones el amor
                                   su inesperada radiación  
asisto así a la separación de las espesas aguas
sus ropas flotan remecidas por el sol fustigadas por el viento riendo
                                                                                                                      a la intemperie 
sin noche ni chispas
                                   son los maderos la polilla amarilla que los transita los pececillos de colores disueltos en la lluvia sin rostro cuya máscara es carne sarro fierro / entre nosotros dentro de nosotros la certeza del abismo el silbido de la muerte el silencio el mar y la miel esplendida que rebosa de los odres
manantiales de colmillos
cercados por rapaces carniceros
                                                           rondan y roen las flores vaporosas tu vestido de humo tus manos de lodo sin tiempo abundan sobre el pasto o la orilla o el borde
puntiagudo de tu piel helada
                                                           llena de estrellas y llamas y diminutos relojes que reiteran una y otra vez el vaivén mortal de las aguas
el encuentro fortuito de dos planetas de fuego
fugaces como solo el viento o la luz o el agua que siempre permanecen inmutables

viernes, 7 de septiembre de 2012

Pánico o en medio de la oscuridad desciende una pluma plateada


Tengo una criatura oscura, de escamas escarlatas, poseedora de una inconmensurable boca dispuesta a devorarlo todo. Cada día y a cada momento, se presenta inmediata y erosiona y parte y se traga, incólume a mi respiración, pedazos diminutos de mi cuerpo, una sustancia palpitante y turbia, enferma como la piel de los leprosos. Hoy la he descubierto al amanecer, ante el insomnio empoderado: la he visto, la he sentido rasgar y mascar sigilosamente la carne dañada de mi interior. La he sentido desplazarse, como si el viento acariciara hojas secas, tan cerca que mi oído ha zumbado dispuesto a estallar. Ahora que te conozco oscura criatura carmesí, ahora que sé que en mi descanso te desatas y que no te detendrás, que has encontrando tu deseada residencia entre mis huesos y cartílagos, anhelo cada parte de mí y me cruzo de brazos, envuelto en el silencio y la penumbra de un próximo amanecer, solo para sentirme. Hoy que palpo la agonía, mi espíritu transita una música misteriosa de tambores y vientos desconocidos: un llamado a la guerra o un mandato de posesión se yerguen en el cielo gris que habito.

No haré ruido, no me moveré, ni despertaré a quien descansa a mi lado: ahora, este secreto solo nos pertenece a ambos. Hace un momento, a solo pocos instantes de haber sentido tu vacilante recorrido, se me ocurrió levantarme, ir directo a la cocina, abrir la cajita de madera, donde Nicolle guarda los cubiertos e implementos de su arte, y coger, sin miramiento alguno, un bellísimo cuchillo.
Lo he hecho.
Aquí estoy en la azotea y todavía veo las estrellas brillar en medio del humo y la humedad. Veo el silencio iluminado y porto una arma antiquísima, enemiga fascinada del amor, resplandeciente entre mis manos temblorosas, que debe liberarme de ti, que debe despojarme de tu sinuoso tacto y que es ahora, a punto de que acabe la noche, la única oportunidad de conocerme.
Mi cuerpo no tiene puertas ni ventanas.
Mi piel es una envoltura vibrante que tampoco me permite tocarte.
Señalo con mi dedo índice, clavo con cuidado: la luz de las estrellas cubre el ruido que surge de la carne separada de la carne y temblando oculto mi mano que, como otro animal misterioso, se impulsa en la profundidad, entre protuberancias y vísceras, y se dirige hacia ti.
No pretendo que el amor se convierta en sacrifico.
No te amo.
Solo estamos aquí: tú tragando sin cesar y yo disminuido por aquella voracidad tuya.
Mi mano trepidante viaja por mi sangre, embiste, palpa sin titubear, encuentra el sendero desgarrado de tu caminar, continúa hasta la gruta de tu dominio y se acerca inexorable. El aire hiede, el aire de cristal, el aire endemoniado del encierro: viento sangrante, una vez se ha desatado la tormenta, la corteza violácea redescubierta, en la persecución de un animal rugoso y ensangrentado, cubierto de plumas y de espinas, cuyo derrotero iluminado anuncia un acierto: la mano incapaz de aprehender su ritmo alucinado, como alguien que solo asiste a la contemplación del agua que desciende por los vidrios de una ventana perdida en medio del bosque, alumbrada por la breve luz de una pobre vela.
Mi reflejo, animal, eres casi semejante: cuando mi mano descubre el regocijo de tu cola en movimiento, capturada en mi violento abrazo, no es la alegría del encuentro ni la desesperación del fracaso lo que acude repentinamente a mi corazón; como si mi mano y tu cuerpo, asido a mi propio cuerpo, no tuvieran relación alguna, como si esta persecución y esta calamitosa entrega no fuera más que la implacable decisión de una voluntad insana, que escapa de mi fuerza y tu ferocidad.
Muerde, destaza la mano que te retiene. Libérate y escapa. Huye. Recorre nuevamente con esa alegría maligna de la supervivencia a costa de otro. No importa la forma que adoptes. No importa si es el color del viento o de la precipitación de la nieve, mi mano y este milagroso cuchillo te esperan. No habrá noche ni descanso para ti, una y otra vez volveré a encadenarte, hasta que finalmente te decidas y, atravesados por la rabia, uno de los dos sucumba. 

miércoles, 9 de mayo de 2012

Siempre

Precisamente, la noche es el tiempo donde haces falta. De día estás cerca. No porque ocupes una dimensión o un territorio que linde con la vulnerable forma de mi existencia. De día, la luz nos comunica, como si pudiera extender mi mano y la distancia se consumiera en un torbellino de polvo y nada. Te acaricia mi recuerdo. Los movimientos de tu rostro encaran el tiempo. Cada vez más real. No hay ausencia. Te encuentras en cada cuerpo esquivo que rozo en mi desplazamiento por el mundo. Existes. Eres más real que el sol o las pistas de asfalto, que la rara consistencia de los muros de mi ciudad enferma. Camino contigo y no estás. Respiro contigo. Me contamino de ti. Muero de tu aire y respiro en ti. Estás. Eres ebullición, magma, sustancia. El frío de la calle me es ajeno. Las espinas de la gente y su dolor hastiado que continúa en ellos no importan. Cualquier punto es un encuentro contigo. Epifanía. He dicho epifanía. Las piedras de la calle saben a ti. El aire huele a tu pelo de hembra. Y aun cuando todo es carne podrida, un sendero de rosas moribundas persiste por donde te sigo, luz de la mañana donde habitas. Corazón del aire palpitante, te llevo debajo de mi piel. Camino contigo.  

martes, 18 de octubre de 2011

No fue en vano


Siempre quise ser poeta. A los quince años escribí una carta de amor, en ella (protegido por la insolencia que brinda la ignorancia, y acaso también la adolescencia) me propuse "expresar" lo que en ese tiempo era para mí auténtico y único. El siempre mentiroso refugio de las palabras no buscaba aplacar una adolorida existencia ni incitar el odio ante el abandono de la amada, servía solamente para cumplir el ritual del joven amante inexperto que, con ínfulas de espíritu romántico, adornaba su escuálida experiencia en el amor. No se aprende nada al escribir una carta que nadie leerá ni entenderá. La expresión es siempre turbia. Mi novel corazón no entendía la imposible tarea que se proponía. ¿Acaso una palabra mía que viaja misteriosamente de mi mente a mis labios y que, trémula y casi sin vida, termina adherida al papel es capaz de brindar su causa primera a mi amada? Nunca olvidaré que no solo no leyó mi carta, sino que, además, me la devolvió envuelta en el mismo sobre intacto. No sabía ella que al hacerlo me entregaba una de las mayores expresiones de belleza que alguien me ha dado: la realidad no carece de poesía, solo que no depende de las palabras, ni de los colores, ni del mármol, ni del sonido. Mi carta fue obviada por la simple razón de que ningún papel era suficiente para expresar aquello que separa a dos personas. Ese gesto era más poético y rotundo que toda mi larga seguidilla de oraciones y enunciados. Oh, amada. Mi error fue considerar que las palabras caminan en una sola dirección, de la mente a los labios. Si hubiera sido capaz de percibir que son innumerables las orientaciones y fluctuaciones que adquieren las palabras, que a veces solo basta mencionarlas, sin discreción ni orden para que un aluvión de imágenes y sensaciones surjan intempestivamente. No debí escribirle una carta, mi única carta, debí esperarla a la salida, acercarme y confesarle al oído aquel gruñido o estremecimiento que me provocaba el olor de su cabello o la contemplación de su nuca desnuda. No fui capaz de vivir ese momento de manera profunda. No me lamento de que haya sido así. Todavía cuando observo ese viejo papel donde concluyó, sin casi haber iniciado, mi fugaz obra poética no dejo de vibrar por la suave textura de ese lejano amor.

miércoles, 8 de junio de 2011

Puro silencio





Pierdo el tiempo, me desespero y quisiera tener un cuchillo en mi mano, sólo para sostenerlo contra el aire, oponerlo al frío invencible de la noche. Presiento que el dolor y la muerte todavía me serán desconocidos, mas la rabia persiste y me entrego a ella. Las cosas deben romperse, caer al piso, hacerse añicos: el odio, sustancia terrible, se aproxima. No hay nada que concentre su misteriosa forma. ¿Qué rostro posee este frenesí? Algunas veces no son las cosas; caigo al piso y mis venas resplandecen en medio de una habitación perdida en el tiempo. Sentí alguna vez el movimiento de mi sangre, como una naturaleza difusa, como una espada llena de herrumbre, viajo y miento una vez más. No es un latido, es el temblor, mi piel es una escalera, un rompecabezas, la sola imagen de un ave ensangretada que se mantiene, quieta y brillante, sobre el agua. Combino palabras. Busco. Busco. Busco una frase perfecta, llena de sentido, llena de miedo, llena de rabia, un vómito, la vibración de la fiebre caudalosa. Hay que saber. Hay que darle forma y descubrir: quién vive encerrado dentro de uno mismo. Quién nos niega a cada movimiento. Quién llora y sus lágrimas mojan nuestra almohada. Sin mentiras. Sinceramente: algo irradia una luz maravillosa. No el escozor de lo oculto. La ilusión, el fracaso, el sueño torpe y real, los ojos rojos, el animal despedazado. Cruzo el viento, me arrepiento, pero cruzo el tiempo sin mentiras, cruelmente, también ensagrentado, sudando, capaz de todo, expuesto, herido, vivo, vivo, vivo, vivo, con la misma vida que los animales y los bosques. Así sea una flor. Así no sea nada, cubierto de moho y esporas luminosas. Hoy sólo quiero gritar. Mas el silencio es un grito permanente e invulnerable. No palabras. Aire, sangre, un poco de pasto y una cabeza vendada saliendo de las aguas.

martes, 18 de enero de 2011

Tiempo sangre


Tengo cierta fascinación por las heridas.

Antes era capaz de soportar el delgado fluir de mi sangre, la piel lastimada, en silencio y entre sombras acaso, eran horas donde lo sólido surgía como una realidad infalible. Si el cuerpo surca el espacio de lo inestable y es al mismo tiempo materia descarada, plural, escarnio de luz, espinas sobre la tierra reseca, dónde guarda su forma original; su naturaleza inconstante me aqueja. Sangrar fue un ejercicio de purificación, cuando el dolor sólo era la parte prescindible de la existencia.

¿Qué ha cambiado?

La sustancia cambia, se transforma, adquiere dimensiones y colores imposibles: incluso mi cuerpo es un laberinto de claridad y plumas escarlatas, raíces monstruosamente retorcidas y el recorrido oscilante brillante de mi sangre
oscura. Cuando estoy ebrio el grito es la única forma que apresa la lenta vacilación de mi vida. Debería gritar cada vez que siento ese hormigueo. Debería hacerlo (la sinceridad no es una de mis virtudes). Hace tiempo que la sangre desea un rumbo distinto al que puedo darle. Siento como si mi sien izquierda entrara en trance, al borde de la explosión, y se estableciera un lazo inevitable e invisible con los muros, las sillas, las flores de plástico de mi mesa. Un solo latido. Una sola realidad la mano y la mesa, la piel, la miel, el aire, el cielo: la sola realidad del tiempo y su veneno disolviéndose fantasma.

jueves, 26 de agosto de 2010

Melodrama (e historia de amor)

Hoy, cuando anochecía, Nicole llegó sudando, desesperada en el aire vagaba su sombra, el brillo mortecino de su boca.
¿Acaso, Nicolle, encontraste a la fiera, ese animal dorado que acosa el temible resplandor de tus ojos?
¿Acaso has aspirado el sufrimiento entre la hierba y las flores amarillas que cubren el camino?
¿Cuál es el límite de la desesperación, Niccole?


El brillo mortecino de la sangre

La sangre del brillo mortecino

La mortecina sangre del brillo

Debería cortarme el cuello.

miércoles, 3 de febrero de 2010

El ensayo según Jorge Valenzuela



He conseguido trabajo. No sé si eso deba envanecerme o sólo se convierta, con el paso de los años, en una explicación lógica de mis desajustes emocionales en este periodo de mi vida. Me encuentro sumido en un estado de insatisfacción, no me dan ganas de hacer nada; sentado en la mesa repito, marco papeles y señales, casi de manera automática; sino no fuera por la Revista seguramente habría quedado convertido en un vegetal o en una piedra fabulosa al costado de los sellos y la tinta (se entiende la ironía?). Falta poco y puliendo detalles y corrigiendo errores vemos que ha quedado más hermosa que antes. Cuando puedo, trato de leer; una que otra sopresa, un verso, una frase, una definición, un adjetivo, algo bonito solamente, algo hermoso realmente; mi vieja costumbre de recolector no ha variado, eso me causa una especie de alegría lamentable ante la disección o el fragmento. Evito los conflictos; que este tiempo árido y unívoco sea unas bienhechoras vacaciones. Me escondo de la escritura. No sé si alguien lee esto; lo único que me alegra (aparte de la argentina) es saber que estás palabras pueden leerse; así me siento menos solo. Por lo menos sé que mi estupidez no ha cambiado.
Lean (leí, leo) estas notas sobre el ensayo; me parecen claras y agudas. Espero sirvan para algo.



VALENZUELA GARCÉS, Jorge. “El ensayo latinoamericano del siglo XIX”. En: Literatura Hispanoamericana B. Lima, UNMSM-Facultad de Educación, 2009, pp. 21-22.

El ensayo como género literario establece un modo de escritura en el que el sujeto proyecta su subjetividad en torno a un tema. En esa dirección, el ensayo permite que el escritor, en esa relación que se establece con el objeto de la escritura, construya una identidad móvil y abierta al descubrimiento, una identidad que se ve afectada por la aproximación a ese objeto de estudio. Es inevitable, por lo tanto, que el escritor plasme lo singular de su subjetividad y que en esa aproximación personal se afecten y cambien sus valores o su punto de vista.
El ensayo es el género que fomenta la individualidad y el establecimiento de la autonomía e independencia del sujeto a partir de la expresión de una conciencia libre. En ese sentido el ensayo, como ningún otro género, es, también, un operador de ciertas capacidades intelectuales asociadas con el cambio, con lo nuevo y por cierto con la creación de nuevos escenarios y posibilidades.
El ensayo se inscribe en un movimiento de búsqueda, de cuestionamiento y de apertura. Su aproximación al tema, por lo tanto, es abierta y en algún sentido infinita, libre, inagotable. No busca, como en la investigación científica, probar algo de manera irrefutable. Su campo es el de la argumentación, el de la persuasión en el que las razones se presentan para convencer, para ganar la adhesión de alguien a una causa o posición. El ensayo puede apelar a fuentes autorizadas, pero normalmente no lo hace porque el punto de vista del escritor filtra toda la información recibida o relacionada con el tema, es decir, la procesa y subjetiviza.
El ensayista debe trabajar el tema apelando a la veracidad. Puede utilizar cualquiera tono, recurso retórico o estrategia, pero no debe confundir su campo con el de la ficción. El ensayista debe entender que, después de todo, el producto de su reflexión es una propuesta, un texto que dialoga con los lectores y que ese diálogo está marcado por la necesidad de construir un campo de expectativas útiles, funcionales, productivas. Por ello no debe olvidarse que el ensayo establece un diálogo con el presente, con la actualidad, con aquello que alimenta nuestra problemática en cualquier campo.
Formalmente el ensayo emplea un tono confidencial en el que el diálogo con el lector es importante, por lo tanto privilegia la función apelativa. Aunque marcado por la subjetividad, el lenguaje debe ser claro y enfático; no olvidemos que el ensayo busca convencer y que esto sólo se consigue con ideas o argumentos articulados a una posición.
Entre nosotros, el ensayo es la modalidad literaria a través de la cual se exponen y fundamentan ideas cruciales relacionadas con el destino de nuestras naciones. Si bien es cierto que en el romanticismo el ensayo se confunde con la novela, como en el Facundo de Rodó, durante la hegemonía realista esta confusión dejará paso a un discurso más acendrado y claro en el que las posiciones adoptadas estarán fuertemente sustentadas en conocimientos de naturaleza política, económica, social y cultural.
Los ensayistas hispanoamericanos, en este sentido, son esencialmente hombres de letras y a la vez líderes políticos. Figuras como José Martí o Manuel González Prada confirman el hecho de que la literatura, en su modalidad ensayística, podía convertirse en un instrumento de cambio, en un movilizador de las conciencias.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Modos de violencia Tudor

Ejercicio 1 (exceso de adjetivos, también rompecabezas de palabras, sin evidencias: perdí las fotografías, no se discute la realidad de Tudor)

Tudor ha llegado, solo, sin comitiva ni respaldo para su cuello y sus lumbares. Propicio para la mierda, inepto para la lógica o cualquier devaneo mental del sí o el no. Tudor, porqué no entiendes si esto es real o no; si tu llanto acapara todas las proporciones de mi cuarto; si son dos o tres las horas (pasada la madrugada) en las cuales tu imperio de miedo y mocos cubre el corralito. Me duele la cabeza, me van a reventar los ojos, Tudor inagotable fuente de chillidos, teta. Tudor no duerme, pasan las horas; desesperado Tudor: como ante su madre, una flor azul brota de su frente, la desconocida migaja del sueño. Doce del mediodía, Dios se ha cansado, Tudor no duerme. Veinticuatro horas, Tudor; no hay oscuridad en la casa, su llanto todo lo transforma. Dos mil años de pensamiento y ningún consejo suficiente para calmar sus lágrimas.


***


La abuela corre como loca sumergida en esta atmosfera rancia; los pañales inmolados en la ceremonia del detergente; el jabón no ha surgido espontáneamente, un fin celebra su origen y causa: su finalidad incumbe la dócil textura de sus manos, el potito rosado de Tudor. Al igual que si un dios iracundo e irritado explotara en las aguas, Tudor brinca, gatea, se cae, improvisa técnicas suicidas, se zambulle. No conoce la calma ni la quietud, sus miembros alojan, desesperados, un cortocircuito, una insuperable estrategia para alcanzar los bordes de la tina. La espuma alucinada, la mugre convertida en archipiélago, el rastro nefasto de Tudor sobre las aguas. Los edificios del sueño, la apacible guarida, el descanso bajo las aguas, el azulado pez Tudor.


***


Boca sucia, Tudor. Ejercicio de meditación. Aves navegarán entre la corriente insípida de sopa y manzanas rojas. Crema y mazamorra embisten la infranqueable puerta del destino. La cuchara (instrumento inútil) acusa las tácticas, la doble suavidad de la caída, sobre la ropa, la silla, la cocina entera cubierta de la sustancia almibarada de lo negado. Abre la boca, Tudor, conforma el mundo, hazte uno con la naturaleza incolora del universo. Nada de retórica ni formulismo oratorio, Tudor emprende el lenguaje de la ignominia, el dulce bocado, la aplastante victoria de la baba. No es el destino lo que enfrenta el hambre a su orgulloso encierro, solo la enigmática forma de lo absurdo. Mientras la razón cede espacio a la rigidez del músculo estomacal, la fruta fracasa nuevamente en su florecimiento.


***


Lo más difícil fue la náusea. La apestosa materia en movimiento, el descontrolado hedor, brotaba desde lo desconocido. Sus piernas ejecutaban un equilibrio tortuoso y cada uno de los muchos presentes asistíamos a la inextricable fusión de la naturaleza, la moral, el conocimiento, en una sarcástica parodia: ¿pueden nuestras manos coger la mierda y seguir por el sendero de la idea, exentas de culpa?, ¿puede la idea ingresar al cosmos de los desechos, fluidos, aquello permanentemente marginado de lo humano, y mantener aún su mortecino brillo? La terrible asociación entre lo pastoso del tacto y la ambición del absoluto, Tudor, cochino Tudor.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Los ojos de Mabel (cerca de un año antes)


No creo en nada. Mi vida ha ido perdiendo aquel sentido de justicia tan caro a nuestra adolescencia. Todo esto sin duda es un fiasco; solo deseo terminar, lo más pronto posible, mi carrera y largarme. Ese pensamiento puebla mi cabeza. Me libera de cualquier angustia ante lo que pasa en el mundo. Me libera y al mismo tiempo me martiriza. Mi cuerpo no distingue mis deseos, los ejecuta simplemente. Muchas veces mi mente ansía la liberación de la indiferencia; mi cuerpo, menos reservado que esta, fluye en pulsaciones, en estremecimientos, en lágrimas y una miserable angustia surge dentro de mí convertida en saliva agria, en una maldita sensación de náusea: arcadas tras arcadas me encierro en el baño, impotente sin que acuda el grito.
Hoy he conocido a Mabel, no porque antes no la conociera ni porque me fuera desconocida. Desde hace cuatro años nos vemos diariamente. Hemos subido al mismo micro. Hemos viajado durante horas sin apartarnos de la ventana, sin mirarnos siquiera. Nos hemos cruzado innumerables veces en los pasillos de la Facultad y, una que otra vez, un saludo ha recorrido nuestros rostros y manos. Hoy he conocido a Mabel porque sin proponérmelo he encontrado en sus ojos una ausencia de miedo, una alegría infinita en el servicio, que me aniquila. No le he dicho nada. Ella sigue haciendo, como si fuera un milagro, la vida. Yo no me aparto; contemplo el espectáculo de su acción, de su compromiso desinteresado, como si fuera eso la realidad, como si esa fuera la única manera de realizar la vida. He visto en sus ojos la epifanía del amor, la verdadera forma de la ternura.

jueves, 29 de octubre de 2009

Perdido


En muchos de mis sueños toco a mi hermana. Es irreal la manera en la que ella y yo comprendemos ese lenguaje de piel, sudor, pequeños estertores. Es irreal, también, la manera en la que nos entregamos a aquella fiesta de fascinante descubrimiento. Terminado el sueño, desciendo nuevamente a la mañana, el agua fría, el desayuno caliente y todos en la mesa. Madre oficia una plática forzada. Escucho atentamente, especulo, me ofrezco en esencial reserva, me hago el desentendido, la indiferencia se apodera de mí: acaso nada pase. Callado, espero la vuelta al equilibrio: la inevitable pregunta se produce. Miro a todos lados, tomo un poco de aire, miento. Nada ha sucedido. Cojo mis cosas, me alejo, una gota de sudor se mantiene suspendida en mi frente. Por fin en la calle, sonrío.

domingo, 25 de octubre de 2009

Vs.


Los canarios no cantan.


Todas las mañanas mi hermana y yo nos acercamos sigilosamente al cuarto de la abuela. Escudriñamos, atentos. Ella duerme aún. Los canarios reposan suavemente en su frágil casa de madera. Nos miramos, nos decimos, damos palmas. Volvemos corriendo a nuestra habitación. Hoy seguramente, así será.

Mi abuela habla desde hace mucho un lenguaje cristalino, puro y, por eso mismo, incomprensible para nosotros. Su tiempo transcurre sobre el nuestro milagrosamente. Nadie lo nota. Pero las flores crecen desesperadas, alegres, beben de sus palabras, de su tiempo.

Los canarios no entienden de seguro. Miro a mi abuela sin tiempo. Acaso ella lo sabe, se contiene, no dice nada. Los pájaros amarillos y deleznables para mí, no lo son para ella. Espera todos los días y todos los días asume la ausencia de su canto. Todavía recuerdo su esfuerzo para conseguirlos. Los pájaros no cantan, mientras ella se mantiene firme en su silla. Nos miramos, mi hermana y yo. ¿Cómo combatir ese silencio que lo embarga todo? ¿Ese silencio que se lleva a nuestra abuela en un viaje sin alas por pasadizos oscuros?

No hay nada que decir.

viernes, 9 de octubre de 2009

Testigo


La UNMSM está en plena decadencia. Los sanmarquinos viven atrapados en un mundo épico. Necesitan de héroes y mártires. Cuando aparece un sangrante ellos se emocionan, aunque no estén participando, e invocan a esos derechos tan fundamentales como etéreos que los respaldan. Es una lástima la ceguera que los aprisiona. El juego está en otra parte. Hace tiempo que nuestra universidad viene perdiendo. El hecho de vivir del nombre no es lo más dramático, sino que una serie de políticas estúpidas le restan sus posibilidades como centro productor de conocimiento. En las encuestas seguimos en picada. Nuestras bibliotecas se apolillan. No contamos con los materiales mínimos para tener una formación decente (conste que no digo buena). A este paso en veinte años San Marcos estará tocando piso.
La relación entre la universidad y la sociedad no debe descuidarse, eso es cierto. Sin embargo, el anquilosamiento de los recursos de réplica y reclamo estudiantiles es otro síntoma del camino elegido. Reclamar ante medidas injustas es a todas luces una toma de conciencia digna y elogiable; hacerlo con las mismas estrategias de hace veinte años es una muestra más de la terrible enfermedad que viene consumiendo a San Marcos. No se trata de cambiar los medios. Utilizar el video en vez del panel no cambia nada. Se trata de remover esa arquitectura mental que obstaculiza un acercamiento más real a la situación estudiantil. Mientras no se coloque en primer plano el tema académico (y no, como se hace ahora, de relleno) seguiremos cayendo y sonriendo patéticamente ante la rodilla fracturada o el labio partido de nuestro “compañero”. Mientras se privilegie la gratuidad a la calidad educativa solo nos queda la agonía como universidad.

lunes, 5 de octubre de 2009

El tacón de Aquiles, conversaciones con la señora Maricuchita


Cada vez que acudo a una oficina o cuando pago el pasaje en el carro no puedo evitar el sudor en mi frente, mis manos frondosas de calor, mi cabeza entera cubierta de un humo espeso y todo yo me lleno de astillas y espinas extrañas. Nadie se da cuenta, todos pasan distraídos. Solo cuando alguien me roza y siente que una pequeña herida se abre en su frente o en algún recóndito lugar oculto tras sus telas, voltea y no encuentra nada, prosigue hasta conseguir un admirable asiento. Mi piel se pone rígida y el aire, el corazón, se continúan en una espiral interminable. Todo termina al poco rato. Pienso, pienso, ¿cuál es la razón? ¿A qué se debe ese involuntario impulso? Nadie sabe lo difícil que me resulta iniciar una conversación. Mi vida social se ampara en un engaño, en una mentira cotidiana de anzuelos y de guiños. Soy un mentiroso. Por eso la obsesión con la verdad, su inexplicable búsqueda. Cojo el agua fresca, maravillosa, atino aún a recordar sus palabras. “Un inútil, ciertamente”. Eso no es lo peor. Lo peor es que siempre sudo. Escucho sus palabras. Siempre miento.
Leo, encerrado en mi habitación todo tiene sentido. Los libros están donde deben estar y un prodigioso orden lo sostiene todo. Puedo quedarme tranquilo. Pero al cruzar esa puerta todo adquiere una densidad incómoda. De nuevo las preocupaciones me asaltan. Es difícil, un inútil, ciertamente. Es simple: solo se tiene que poner la moneda en la mano. Lo importante es la justicia, el equilibrio entre los intereses. Hay que evitar la humillación, el ponerse rojo, el serpentear, el que te crezcan ramas y unas avecillas de color moteado aniden entre tus ojos. Estoy en el paradero. Esta vez no voy a pagar. Cada uno escoge su camino, ciertamente. Ser un inútil para la vida no significa estar eliminado de su juego, me digo. Sé que eso es mentira. No pienso pagar, no voy a pagar. Esa será mi venganza, mi manera de sellar la puerta del cuarto y de corresponder en este mundo el orden de ese otro mundo, el de mis libros. Aviso, levanto la mano y no es el carro el que asiente a mi señal, sino una garúa agonizante, apenas perceptible al tacto. Espero para cumplir mi cometido; será mi venganza, me digo. Eso también es mentira.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Un poco de la magia Estereograma

¿Cómo se dice? ¿Triste, estoy triste, me siento triste? En el juego de la precisión no importa la verdad sino la pulcritud de la palabra. Basura. No se trata de orden ni de estructura; se trata de que las palabras zumben, de que sean cuerpos palpitantes terriblemente hermosos. Si las palabras no respiran, si sus latidos no nos resultan fascinantes no hay razón para la palabra, su aparición se convierte en un acto gratuito, insulso y, la peor de las veces, in-significante. Es el interior de la palabra lo que me preocupa; su textura, su corazón y su alma. Esa materia inexplicable que nos aniquila y nos devuelve a la vida infinitamente.
Sólo quiero mi propio mundo.
Que es como decir quiero cortarme la garganta.
¿Por qué escribo todo esto? ¿Qué sentido tiene? Sufro y no encuentro razón ni justificación para ello. Aunque debilitada aún la ansiedad persiste. No es mi fracaso en la poesía lo que me lastima, sino esa insatisfacción en las cosas que hago diariamente. Todo es insuficiente. Cada acto de mi vida cotidiana es un abismo coronado de papel y caminatas rápidas, perturbadoras, por los pasillos de mi universidad.

Henry, por qué escribes?
porke kiero
por eso no tiene forma
tú?
no lo sé, sólo sé q cuando lo hago me siento mejor, menos al borde, es como si "ellos" o "ellas" estuvieran en mi lugar y me permitieran seguir estando aquí

no se si para mi signifike sentirse mejor
pero definitivamente me incomodo escribir por obligacion
eso mismo debe salir simplemente
aunque siento q soy como una bateria andando por la ciudad, por las calles
y en un momento es inevitable el colapso, cuando no lo hago me hundo

domingo, 20 de septiembre de 2009

Milagro


He asistido a un breve monólogo. La intérprete narraba una melancólica historia. Amor, abandono, un final predecible y melodramático. Si nos fijamos solo en la historia se trata de una novela rosa de folletín sin valor artístico alguno. (Todo el aparato crítico en movimiento). Me lleno de rubor cuando recuerdo. A los dos minutos de iniciado el monólogo me encontraba sumido en la historia. No lo contado, sino esa voz esplendida. No por su belleza, sino por su sinceridad. Me he sentido un estúpido. El encanto estaba en esa voz que mostraba. La historia era solo un aditamento. No tengo explicación alguna para lo sucedido. Tal vez lo artístico no implica, necesariamente, lo estético. Otra vez Kant cuestionando a Hegel. (La maquinaria reconfortada).

martes, 15 de septiembre de 2009

Degeneración


I
Siempre denigré la poesía de Octavio Paz. Sus ensayos desde la primera vez que los leí me parecieron alucinantes. La calidad de su prosa, la forma de su argumentación, la dimensión de sus digresiones formaron el tríptico de esa estima. No sucedió lo mismo con su poesía gruesa de pensamiento, siempre ordenada por una entidad fácilmente perceptible, impregnada de tinta y largas noches de persecución. Todo eso la volvía insoportable a mi gusto. Nunca quedé satisfecho por completo de ella. Aun cuando encontraba algunos poemas hermosos, no cedí en mis convicciones. Hoy por casualidad cojo ese pequeño volumen hundido en mi librero. Leo un poema al azar. Algo ha pasado. El poema brilla con una luz misteriosa y seductora que desconocía por completo. Termino el poema, siento que esa breve luz ha pasado, casi como una operación de alquimia, de la página a mi corazón, a mi estómago, a mi cerebro. Cada parte de mi cuerpo responde de manera humilde a esa verdad. ¿Qué ha sucedido?, me pregunto, mientras busco otro poema. Es fácil formular una respuesta; por el contrario, es sumamente difícil entenderla.

II
Mi gusto por la poesía se complejiza cada vez más. Me lleno de orgullo cuando pienso que mi sensibilidad se ha refinado, que mi lectura se ha vuelto más sutil, que considero detalles y reconozco guiños antes obviados. Eso me hace sentir mejor mientras escucho Funeral de Arcade Fire y el carro se dirige augustamente hacia la universidad. Al poco rato sube un desconocido a contarnos una penosa historia que lo tiene a él y a su pequeña hija como protagonistas. “Crown of love” es el fondo musical óptimo para su historia y sus lágrimas y el tosco papel que sostiene. Supongo que todos en el carro escuchan música porque ninguno se ha molestado en siquiera voltear el rostro. He llegado por fin y los cuestionamientos surgen como la antesala de la tristeza. Me pregunto si todos estos años han sido en vano. Si la universidad me ha quitado más de lo que me ha proporcionado. ¿Existe alguna belleza en el mundo superior a la poesía? ¿Acaso un poema no es más que un burdo simulacro de algo que se encuentra ante nuestros ojos y, al mismo tiempo, distante para nuestra ingenua manera de asumir la realidad? ¿La belleza, esa extraña sustancia, se encuentra en cada lugar de este mundo, dispuesta a ser recogida? ¿Será posible que su búsqueda implique también una manera de comportarse, un compromiso con todo lo existente? ¿Lo estético es ese vínculo sintiente que nos relaciona con todo lo extraño, con lo ajeno, con lo otro? Ya no puedo soportarlo más.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Pasadizos cubiertos de niebla
descubro
plantas que respiran
crecen en los muros
se extiende una delgada red de pétalos

siempre perseguido
bajo el cielo
los árboles azules escuchan desde el cielo
también azul
la respiración en los ojos de la noche
el vaho de dios desaparece
pequeñito
desde el cielo

Una fogata de hojas verdes
nuevamente pequeñita
cuándo cae pace el viento
mis manos conservan una roca
sangra transparente por las noches

jueves, 3 de septiembre de 2009

Al borde

A veces me levanto con la plena seguridad de que por fin he encontrado el sentido de mi vida. Esa orientación que me indica hacia dónde tengo que ir, qué libros leer, qué películas ver, cuándo callar. Así puedo estar un día, una semana, tal vez un mes. Durante ese tiempo, trabajo incansablemente, feliz, dispuesto a todo, de nuevo feliz, discreto, seguro. Después salgo a caminar bajo la lluvia o me tomo un café envuelto en mi colcha preferida y así existo de manera saludable. Sé que esa felicidad jamás será interminable. Al poco tiempo un sonido en mi ventana, una puerta que se abre, el sabor de la lluvia; surgen las dudas, cojo todo lo que he escrito, arrojo los libros que he leído y hago lo posible por desaparecer todo aquello que me recuerde esa falsa ilusión de certeza. Es un milagro que no haya muerto en una de esas acometidas. Mi vida sigue envuelta en ese círculo de ciclos y de ciclos.
Hasta ayer consideré la verdad como la razón de mi existencia. En la noche mientras conversaba, con una cerveza a mi lado, no evité que la belleza usurpara un lugar en nuestra mesa. Hoy, despierto y azul de rabia, he iniciado el ciclo una vez más; harto de lo que he perdido. Mi casa vuelve a esa oscuridad en la que mi madre me busca y yo la busco a ella. En donde tenemos que caminar de puntitas para que la muerte no nos sorprenda. Escuchamos nuestras voces y continuamos el susurro por horas y horas. Mi casa vuelve a ese sueño que cada cierto tiempo la encierra. Sus latidos son los míos, los de mi madre, los de todo aquel que haya pisado mi casa. Otra vez, existo porque sí; sin ninguna razón, sin ninguna causa. Fatigado, me tumbo donde puedo. Escucho cómo el agua termina y asiento a todo lo escuchado. Otra vez el sueño es una fiesta.