martes, 24 de septiembre de 2019
Abracadabra
lunes, 13 de enero de 2014
La muerte y el mar
viernes, 7 de septiembre de 2012
Pánico o en medio de la oscuridad desciende una pluma plateada
miércoles, 9 de mayo de 2012
Siempre
martes, 18 de octubre de 2011
No fue en vano

miércoles, 8 de junio de 2011
Puro silencio

martes, 18 de enero de 2011
Tiempo sangre

Antes era capaz de soportar el delgado fluir de mi sangre, la piel lastimada, en silencio y entre sombras acaso, eran horas donde lo sólido surgía como una realidad infalible. Si el cuerpo surca el espacio de lo inestable y es al mismo tiempo materia descarada, plural, escarnio de luz, espinas sobre la tierra reseca, dónde guarda su forma original; su naturaleza inconstante me aqueja. Sangrar fue un ejercicio de purificación, cuando el dolor sólo era la parte prescindible de la existencia.
La sustancia cambia, se transforma, adquiere dimensiones y colores imposibles: incluso mi cuerpo es un laberinto de claridad y plumas escarlatas, raíces monstruosamente retorcidas y el recorrido oscilante brillante de mi sangre oscura. Cuando estoy ebrio el grito es la única forma que apresa la lenta vacilación de mi vida. Debería gritar cada vez que siento ese hormigueo. Debería hacerlo (la sinceridad no es una de mis virtudes). Hace tiempo que la sangre desea un rumbo distinto al que puedo darle. Siento como si mi sien izquierda entrara en trance, al borde de la explosión, y se estableciera un lazo inevitable e invisible con los muros, las sillas, las flores de plástico de mi mesa. Un solo latido. Una sola realidad la mano y la mesa, la piel, la miel, el aire, el cielo: la sola realidad del tiempo y su veneno disolviéndose fantasma.
jueves, 26 de agosto de 2010
Melodrama (e historia de amor)
El brillo mortecino de la sangre
La sangre del brillo mortecino
La mortecina sangre del brillo
Debería cortarme el cuello.miércoles, 3 de febrero de 2010
El ensayo según Jorge Valenzuela

El ensayo como género literario establece un modo de escritura en el que el sujeto proyecta su subjetividad en torno a un tema. En esa dirección, el ensayo permite que el escritor, en esa relación que se establece con el objeto de la escritura, construya una identidad móvil y abierta al descubrimiento, una identidad que se ve afectada por la aproximación a ese objeto de estudio. Es inevitable, por lo tanto, que el escritor plasme lo singular de su subjetividad y que en esa aproximación personal se afecten y cambien sus valores o su punto de vista.
El ensayo es el género que fomenta la individualidad y el establecimiento de la autonomía e independencia del sujeto a partir de la expresión de una conciencia libre. En ese sentido el ensayo, como ningún otro género, es, también, un operador de ciertas capacidades intelectuales asociadas con el cambio, con lo nuevo y por cierto con la creación de nuevos escenarios y posibilidades.
El ensayo se inscribe en un movimiento de búsqueda, de cuestionamiento y de apertura. Su aproximación al tema, por lo tanto, es abierta y en algún sentido infinita, libre, inagotable. No busca, como en la investigación científica, probar algo de manera irrefutable. Su campo es el de la argumentación, el de la persuasión en el que las razones se presentan para convencer, para ganar la adhesión de alguien a una causa o posición. El ensayo puede apelar a fuentes autorizadas, pero normalmente no lo hace porque el punto de vista del escritor filtra toda la información recibida o relacionada con el tema, es decir, la procesa y subjetiviza.
El ensayista debe trabajar el tema apelando a la veracidad. Puede utilizar cualquiera tono, recurso retórico o estrategia, pero no debe confundir su campo con el de la ficción. El ensayista debe entender que, después de todo, el producto de su reflexión es una propuesta, un texto que dialoga con los lectores y que ese diálogo está marcado por la necesidad de construir un campo de expectativas útiles, funcionales, productivas. Por ello no debe olvidarse que el ensayo establece un diálogo con el presente, con la actualidad, con aquello que alimenta nuestra problemática en cualquier campo.
Formalmente el ensayo emplea un tono confidencial en el que el diálogo con el lector es importante, por lo tanto privilegia la función apelativa. Aunque marcado por la subjetividad, el lenguaje debe ser claro y enfático; no olvidemos que el ensayo busca convencer y que esto sólo se consigue con ideas o argumentos articulados a una posición.
Entre nosotros, el ensayo es la modalidad literaria a través de la cual se exponen y fundamentan ideas cruciales relacionadas con el destino de nuestras naciones. Si bien es cierto que en el romanticismo el ensayo se confunde con la novela, como en el Facundo de Rodó, durante la hegemonía realista esta confusión dejará paso a un discurso más acendrado y claro en el que las posiciones adoptadas estarán fuertemente sustentadas en conocimientos de naturaleza política, económica, social y cultural.
Los ensayistas hispanoamericanos, en este sentido, son esencialmente hombres de letras y a la vez líderes políticos. Figuras como José Martí o Manuel González Prada confirman el hecho de que la literatura, en su modalidad ensayística, podía convertirse en un instrumento de cambio, en un movilizador de las conciencias.
miércoles, 30 de diciembre de 2009
Modos de violencia Tudor
Ejercicio 1 (exceso de adjetivos, también rompecabezas de palabras, sin evidencias: perdí las fotografías, no se discute la realidad de Tudor)
Tudor ha llegado, solo, sin comitiva ni respaldo para su cuello y sus lumbares. Propicio para la mierda, inepto para la lógica o cualquier devaneo mental del sí o el no. Tudor, porqué no entiendes si esto es real o no; si tu llanto acapara todas las proporciones de mi cuarto; si son dos o tres las horas (pasada la madrugada) en las cuales tu imperio de miedo y mocos cubre el corralito. Me duele la cabeza, me van a reventar los ojos, Tudor inagotable fuente de chillidos, teta. Tudor no duerme, pasan las horas; desesperado Tudor: como ante su madre, una flor azul brota de su frente, la desconocida migaja del sueño. Doce del mediodía, Dios se ha cansado, Tudor no duerme. Veinticuatro horas, Tudor; no hay oscuridad en la casa, su llanto todo lo transforma. Dos mil años de pensamiento y ningún consejo suficiente para calmar sus lágrimas.
***
La abuela corre como loca sumergida en esta atmosfera rancia; los pañales inmolados en la ceremonia del detergente; el jabón no ha surgido espontáneamente, un fin celebra su origen y causa: su finalidad incumbe la dócil textura de sus manos, el potito rosado de Tudor. Al igual que si un dios iracundo e irritado explotara en las aguas, Tudor brinca, gatea, se cae, improvisa técnicas suicidas, se zambulle. No conoce la calma ni la quietud, sus miembros alojan, desesperados, un cortocircuito, una insuperable estrategia para alcanzar los bordes de la tina. La espuma alucinada, la mugre convertida en archipiélago, el rastro nefasto de Tudor sobre las aguas. Los edificios del sueño, la apacible guarida, el descanso bajo las aguas, el azulado pez Tudor.
***
Boca sucia, Tudor. Ejercicio de meditación. Aves navegarán entre la corriente insípida de sopa y manzanas rojas. Crema y mazamorra embisten la infranqueable puerta del destino. La cuchara (instrumento inútil) acusa las tácticas, la doble suavidad de la caída, sobre la ropa, la silla, la cocina entera cubierta de la sustancia almibarada de lo negado. Abre la boca, Tudor, conforma el mundo, hazte uno con la naturaleza incolora del universo. Nada de retórica ni formulismo oratorio, Tudor emprende el lenguaje de la ignominia, el dulce bocado, la aplastante victoria de la baba. No es el destino lo que enfrenta el hambre a su orgulloso encierro, solo la enigmática forma de lo absurdo. Mientras la razón cede espacio a la rigidez del músculo estomacal, la fruta fracasa nuevamente en su florecimiento.
***
Lo más difícil fue la náusea. La apestosa materia en movimiento, el descontrolado hedor, brotaba desde lo desconocido. Sus piernas ejecutaban un equilibrio tortuoso y cada uno de los muchos presentes asistíamos a la inextricable fusión de la naturaleza, la moral, el conocimiento, en una sarcástica parodia: ¿pueden nuestras manos coger la mierda y seguir por el sendero de la idea, exentas de culpa?, ¿puede la idea ingresar al cosmos de los desechos, fluidos, aquello permanentemente marginado de lo humano, y mantener aún su mortecino brillo? La terrible asociación entre lo pastoso del tacto y la ambición del absoluto, Tudor, cochino Tudor.
jueves, 3 de diciembre de 2009
Los ojos de Mabel (cerca de un año antes)

Hoy he conocido a Mabel, no porque antes no la conociera ni porque me fuera desconocida. Desde hace cuatro años nos vemos diariamente. Hemos subido al mismo micro. Hemos viajado durante horas sin apartarnos de la ventana, sin mirarnos siquiera. Nos hemos cruzado innumerables veces en los pasillos de la Facultad y, una que otra vez, un saludo ha recorrido nuestros rostros y manos. Hoy he conocido a Mabel porque sin proponérmelo he encontrado en sus ojos una ausencia de miedo, una alegría infinita en el servicio, que me aniquila. No le he dicho nada. Ella sigue haciendo, como si fuera un milagro, la vida. Yo no me aparto; contemplo el espectáculo de su acción, de su compromiso desinteresado, como si fuera eso la realidad, como si esa fuera la única manera de realizar la vida. He visto en sus ojos la epifanía del amor, la verdadera forma de la ternura.
jueves, 29 de octubre de 2009
Perdido

domingo, 25 de octubre de 2009
Vs.

Todas las mañanas mi hermana y yo nos acercamos sigilosamente al cuarto de la abuela. Escudriñamos, atentos. Ella duerme aún. Los canarios reposan suavemente en su frágil casa de madera. Nos miramos, nos decimos, damos palmas. Volvemos corriendo a nuestra habitación. Hoy seguramente, así será.
Mi abuela habla desde hace mucho un lenguaje cristalino, puro y, por eso mismo, incomprensible para nosotros. Su tiempo transcurre sobre el nuestro milagrosamente. Nadie lo nota. Pero las flores crecen desesperadas, alegres, beben de sus palabras, de su tiempo.
Los canarios no entienden de seguro. Miro a mi abuela sin tiempo. Acaso ella lo sabe, se contiene, no dice nada. Los pájaros amarillos y deleznables para mí, no lo son para ella. Espera todos los días y todos los días asume la ausencia de su canto. Todavía recuerdo su esfuerzo para conseguirlos. Los pájaros no cantan, mientras ella se mantiene firme en su silla. Nos miramos, mi hermana y yo. ¿Cómo combatir ese silencio que lo embarga todo? ¿Ese silencio que se lleva a nuestra abuela en un viaje sin alas por pasadizos oscuros?
viernes, 9 de octubre de 2009
Testigo
La relación entre la universidad y la sociedad no debe descuidarse, eso es cierto. Sin embargo, el anquilosamiento de los recursos de réplica y reclamo estudiantiles es otro síntoma del camino elegido. Reclamar ante medidas injustas es a todas luces una toma de conciencia digna y elogiable; hacerlo con las mismas estrategias de hace veinte años es una muestra más de la terrible enfermedad que viene consumiendo a San Marcos. No se trata de cambiar los medios. Utilizar el video en vez del panel no cambia nada. Se trata de remover esa arquitectura mental que obstaculiza un acercamiento más real a la situación estudiantil. Mientras no se coloque en primer plano el tema académico (y no, como se hace ahora, de relleno) seguiremos cayendo y sonriendo patéticamente ante la rodilla fracturada o el labio partido de nuestro “compañero”. Mientras se privilegie la gratuidad a la calidad educativa solo nos queda la agonía como universidad.
lunes, 5 de octubre de 2009
El tacón de Aquiles, conversaciones con la señora Maricuchita

Leo, encerrado en mi habitación todo tiene sentido. Los libros están donde deben estar y un prodigioso orden lo sostiene todo. Puedo quedarme tranquilo. Pero al cruzar esa puerta todo adquiere una densidad incómoda. De nuevo las preocupaciones me asaltan. Es difícil, un inútil, ciertamente. Es simple: solo se tiene que poner la moneda en la mano. Lo importante es la justicia, el equilibrio entre los intereses. Hay que evitar la humillación, el ponerse rojo, el serpentear, el que te crezcan ramas y unas avecillas de color moteado aniden entre tus ojos. Estoy en el paradero. Esta vez no voy a pagar. Cada uno escoge su camino, ciertamente. Ser un inútil para la vida no significa estar eliminado de su juego, me digo. Sé que eso es mentira. No pienso pagar, no voy a pagar. Esa será mi venganza, mi manera de sellar la puerta del cuarto y de corresponder en este mundo el orden de ese otro mundo, el de mis libros. Aviso, levanto la mano y no es el carro el que asiente a mi señal, sino una garúa agonizante, apenas perceptible al tacto. Espero para cumplir mi cometido; será mi venganza, me digo. Eso también es mentira.
lunes, 28 de septiembre de 2009
Un poco de la magia Estereograma
Henry, por qué escribes?
por eso no tiene forma
tú?
no se si para mi signifike sentirse mejor
pero definitivamente me incomodo escribir por obligacion
aunque siento q soy como una bateria andando por la ciudad, por las calles
domingo, 20 de septiembre de 2009
Milagro

martes, 15 de septiembre de 2009
Degeneración

Siempre denigré la poesía de Octavio Paz. Sus ensayos desde la primera vez que los leí me parecieron alucinantes. La calidad de su prosa, la forma de su argumentación, la dimensión de sus digresiones formaron el tríptico de esa estima. No sucedió lo mismo con su poesía gruesa de pensamiento, siempre ordenada por una entidad fácilmente perceptible, impregnada de tinta y largas noches de persecución. Todo eso la volvía insoportable a mi gusto. Nunca quedé satisfecho por completo de ella. Aun cuando encontraba algunos poemas hermosos, no cedí en mis convicciones. Hoy por casualidad cojo ese pequeño volumen hundido en mi librero. Leo un poema al azar. Algo ha pasado. El poema brilla con una luz misteriosa y seductora que desconocía por completo. Termino el poema, siento que esa breve luz ha pasado, casi como una operación de alquimia, de la página a mi corazón, a mi estómago, a mi cerebro. Cada parte de mi cuerpo responde de manera humilde a esa verdad. ¿Qué ha sucedido?, me pregunto, mientras busco otro poema. Es fácil formular una respuesta; por el contrario, es sumamente difícil entenderla.
II
Mi gusto por la poesía se complejiza cada vez más. Me lleno de orgullo cuando pienso que mi sensibilidad se ha refinado, que mi lectura se ha vuelto más sutil, que considero detalles y reconozco guiños antes obviados. Eso me hace sentir mejor mientras escucho Funeral de Arcade Fire y el carro se dirige augustamente hacia la universidad. Al poco rato sube un desconocido a contarnos una penosa historia que lo tiene a él y a su pequeña hija como protagonistas. “Crown of love” es el fondo musical óptimo para su historia y sus lágrimas y el tosco papel que sostiene. Supongo que todos en el carro escuchan música porque ninguno se ha molestado en siquiera voltear el rostro. He llegado por fin y los cuestionamientos surgen como la antesala de la tristeza. Me pregunto si todos estos años han sido en vano. Si la universidad me ha quitado más de lo que me ha proporcionado. ¿Existe alguna belleza en el mundo superior a la poesía? ¿Acaso un poema no es más que un burdo simulacro de algo que se encuentra ante nuestros ojos y, al mismo tiempo, distante para nuestra ingenua manera de asumir la realidad? ¿La belleza, esa extraña sustancia, se encuentra en cada lugar de este mundo, dispuesta a ser recogida? ¿Será posible que su búsqueda implique también una manera de comportarse, un compromiso con todo lo existente? ¿Lo estético es ese vínculo sintiente que nos relaciona con todo lo extraño, con lo ajeno, con lo otro? Ya no puedo soportarlo más.
sábado, 12 de septiembre de 2009
descubro
plantas que respiran
crecen en los muros
se extiende una delgada red de pétalos
siempre perseguido
bajo el cielo
los árboles azules escuchan desde el cielo
también azul
la respiración en los ojos de la noche
el vaho de dios desaparece
pequeñito
desde el cielo
Una fogata de hojas verdes
nuevamente pequeñita
cuándo cae pace el viento
mis manos conservan una roca
sangra transparente por las noches
jueves, 3 de septiembre de 2009
Al borde

Hasta ayer consideré la verdad como la razón de mi existencia. En la noche mientras conversaba, con una cerveza a mi lado, no evité que la belleza usurpara un lugar en nuestra mesa. Hoy, despierto y azul de rabia, he iniciado el ciclo una vez más; harto de lo que he perdido. Mi casa vuelve a esa oscuridad en la que mi madre me busca y yo la busco a ella. En donde tenemos que caminar de puntitas para que la muerte no nos sorprenda. Escuchamos nuestras voces y continuamos el susurro por horas y horas. Mi casa vuelve a ese sueño que cada cierto tiempo la encierra. Sus latidos son los míos, los de mi madre, los de todo aquel que haya pisado mi casa. Otra vez, existo porque sí; sin ninguna razón, sin ninguna causa. Fatigado, me tumbo donde puedo. Escucho cómo el agua termina y asiento a todo lo escuchado. Otra vez el sueño es una fiesta.