miércoles, 8 de junio de 2011

Puro silencio





Pierdo el tiempo, me desespero y quisiera tener un cuchillo en mi mano, sólo para sostenerlo contra el aire, oponerlo al frío invencible de la noche. Presiento que el dolor y la muerte todavía me serán desconocidos, mas la rabia persiste y me entrego a ella. Las cosas deben romperse, caer al piso, hacerse añicos: el odio, sustancia terrible, se aproxima. No hay nada que concentre su misteriosa forma. ¿Qué rostro posee este frenesí? Algunas veces no son las cosas; caigo al piso y mis venas resplandecen en medio de una habitación perdida en el tiempo. Sentí alguna vez el movimiento de mi sangre, como una naturaleza difusa, como una espada llena de herrumbre, viajo y miento una vez más. No es un latido, es el temblor, mi piel es una escalera, un rompecabezas, la sola imagen de un ave ensangretada que se mantiene, quieta y brillante, sobre el agua. Combino palabras. Busco. Busco. Busco una frase perfecta, llena de sentido, llena de miedo, llena de rabia, un vómito, la vibración de la fiebre caudalosa. Hay que saber. Hay que darle forma y descubrir: quién vive encerrado dentro de uno mismo. Quién nos niega a cada movimiento. Quién llora y sus lágrimas mojan nuestra almohada. Sin mentiras. Sinceramente: algo irradia una luz maravillosa. No el escozor de lo oculto. La ilusión, el fracaso, el sueño torpe y real, los ojos rojos, el animal despedazado. Cruzo el viento, me arrepiento, pero cruzo el tiempo sin mentiras, cruelmente, también ensagrentado, sudando, capaz de todo, expuesto, herido, vivo, vivo, vivo, vivo, con la misma vida que los animales y los bosques. Así sea una flor. Así no sea nada, cubierto de moho y esporas luminosas. Hoy sólo quiero gritar. Mas el silencio es un grito permanente e invulnerable. No palabras. Aire, sangre, un poco de pasto y una cabeza vendada saliendo de las aguas.

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