miércoles, 30 de diciembre de 2009

Modos de violencia Tudor

Ejercicio 1 (exceso de adjetivos, también rompecabezas de palabras, sin evidencias: perdí las fotografías, no se discute la realidad de Tudor)

Tudor ha llegado, solo, sin comitiva ni respaldo para su cuello y sus lumbares. Propicio para la mierda, inepto para la lógica o cualquier devaneo mental del sí o el no. Tudor, porqué no entiendes si esto es real o no; si tu llanto acapara todas las proporciones de mi cuarto; si son dos o tres las horas (pasada la madrugada) en las cuales tu imperio de miedo y mocos cubre el corralito. Me duele la cabeza, me van a reventar los ojos, Tudor inagotable fuente de chillidos, teta. Tudor no duerme, pasan las horas; desesperado Tudor: como ante su madre, una flor azul brota de su frente, la desconocida migaja del sueño. Doce del mediodía, Dios se ha cansado, Tudor no duerme. Veinticuatro horas, Tudor; no hay oscuridad en la casa, su llanto todo lo transforma. Dos mil años de pensamiento y ningún consejo suficiente para calmar sus lágrimas.


***


La abuela corre como loca sumergida en esta atmosfera rancia; los pañales inmolados en la ceremonia del detergente; el jabón no ha surgido espontáneamente, un fin celebra su origen y causa: su finalidad incumbe la dócil textura de sus manos, el potito rosado de Tudor. Al igual que si un dios iracundo e irritado explotara en las aguas, Tudor brinca, gatea, se cae, improvisa técnicas suicidas, se zambulle. No conoce la calma ni la quietud, sus miembros alojan, desesperados, un cortocircuito, una insuperable estrategia para alcanzar los bordes de la tina. La espuma alucinada, la mugre convertida en archipiélago, el rastro nefasto de Tudor sobre las aguas. Los edificios del sueño, la apacible guarida, el descanso bajo las aguas, el azulado pez Tudor.


***


Boca sucia, Tudor. Ejercicio de meditación. Aves navegarán entre la corriente insípida de sopa y manzanas rojas. Crema y mazamorra embisten la infranqueable puerta del destino. La cuchara (instrumento inútil) acusa las tácticas, la doble suavidad de la caída, sobre la ropa, la silla, la cocina entera cubierta de la sustancia almibarada de lo negado. Abre la boca, Tudor, conforma el mundo, hazte uno con la naturaleza incolora del universo. Nada de retórica ni formulismo oratorio, Tudor emprende el lenguaje de la ignominia, el dulce bocado, la aplastante victoria de la baba. No es el destino lo que enfrenta el hambre a su orgulloso encierro, solo la enigmática forma de lo absurdo. Mientras la razón cede espacio a la rigidez del músculo estomacal, la fruta fracasa nuevamente en su florecimiento.


***


Lo más difícil fue la náusea. La apestosa materia en movimiento, el descontrolado hedor, brotaba desde lo desconocido. Sus piernas ejecutaban un equilibrio tortuoso y cada uno de los muchos presentes asistíamos a la inextricable fusión de la naturaleza, la moral, el conocimiento, en una sarcástica parodia: ¿pueden nuestras manos coger la mierda y seguir por el sendero de la idea, exentas de culpa?, ¿puede la idea ingresar al cosmos de los desechos, fluidos, aquello permanentemente marginado de lo humano, y mantener aún su mortecino brillo? La terrible asociación entre lo pastoso del tacto y la ambición del absoluto, Tudor, cochino Tudor.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Los ojos de Mabel (cerca de un año antes)


No creo en nada. Mi vida ha ido perdiendo aquel sentido de justicia tan caro a nuestra adolescencia. Todo esto sin duda es un fiasco; solo deseo terminar, lo más pronto posible, mi carrera y largarme. Ese pensamiento puebla mi cabeza. Me libera de cualquier angustia ante lo que pasa en el mundo. Me libera y al mismo tiempo me martiriza. Mi cuerpo no distingue mis deseos, los ejecuta simplemente. Muchas veces mi mente ansía la liberación de la indiferencia; mi cuerpo, menos reservado que esta, fluye en pulsaciones, en estremecimientos, en lágrimas y una miserable angustia surge dentro de mí convertida en saliva agria, en una maldita sensación de náusea: arcadas tras arcadas me encierro en el baño, impotente sin que acuda el grito.
Hoy he conocido a Mabel, no porque antes no la conociera ni porque me fuera desconocida. Desde hace cuatro años nos vemos diariamente. Hemos subido al mismo micro. Hemos viajado durante horas sin apartarnos de la ventana, sin mirarnos siquiera. Nos hemos cruzado innumerables veces en los pasillos de la Facultad y, una que otra vez, un saludo ha recorrido nuestros rostros y manos. Hoy he conocido a Mabel porque sin proponérmelo he encontrado en sus ojos una ausencia de miedo, una alegría infinita en el servicio, que me aniquila. No le he dicho nada. Ella sigue haciendo, como si fuera un milagro, la vida. Yo no me aparto; contemplo el espectáculo de su acción, de su compromiso desinteresado, como si fuera eso la realidad, como si esa fuera la única manera de realizar la vida. He visto en sus ojos la epifanía del amor, la verdadera forma de la ternura.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Voces


Escucho voces en mi cabeza. Desde hace días pienso; quiénes hablan, qué dicen, por qué lanzan sus palabras como si fueran a ser recibidas. No es una ofrenda, les digo, no estoy obligado a aceptarlas. Grito. Suenan. Bandejas de cristal y cubiertos dorados chillan, en pedacitos, reflejados en mi mente y flotan sobre mi sangre y ante el miedo que me producen no soy yo mismo, sino un rompecabezas de otras voces. Interminables respiraciones, susurrantes palpitan, en un recorrido interminable: la verdad surge en esas miles de bocas abiertas, dientes apretados y las palabras son fuego puro y me dicen no más, no más. No encuentro una salida, me asfixio porque no sé, porque su realidad es auténtica y me aplasta, porque no soy nadie. ¡Basta, basta! Grito. Estoy solo en mi habitación y el espejo también se encuentra vacío y un vaho turquesa se posa sobre su superficie y miro desde mi ventana y una multitud de cabezas pequeñas respiran ese aire venenoso y compartido. Mi frente sangra y todas las venas de mi cuerpo parlotean y su chillido se mezcla con el ruido inasible de las piedras arrastradas por el río. No hay melodía, solo mi pecho que se hincha y desciende, solo una calma que poco a poco se apodera de mí y me brinda un limitado pedazo de silencio; tan puro que me estremece, me acerca a la muerte.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Tres poemas de François Villon

Ítem, a Margot la Gorda,
de muy dulce rostro y apariencia,
¡por mi fe!, ¡por Dios!,
criatura bastante devota,
la amo por tendencia natural,
y ella a mí, dulce sabrosa:
quien la encuentre por casualidad,
que le lea esta balada.

Balada
[de Margot la Gorda]


Si amo y sirvo a mi señora de buen corazón,
¿me tendréis por vil o tonto?
Ella tiene en sí virtudes para un gusto sutil.
por su amor ciño escudo y daga;
cuando vienen gentes, corro y tomo una jarra
y me voy discretamente, sin hacer gran ruido;
les sirvo agua, queso, pan y fruta.
Si pagan bien, les digo bene stat,
volved por aquí cuando estéis en celo,
a este burdel donde trabajamos.

Pero hay gran enfado
cuando Margot va a acostarse sin dinero;
no la puedo ver, mi corazón la odia a muerte.
Tomo su vestido, su cinturón y su camisa,
le juro que lo tendrá en pago.
A los lados se me agarra: “!Es el Anticristo!”,
grita y jura por la muerte de Jesucristo
que no será así. Empuño entonces un trozo de lo que sea
y sobre la nariz le dejo un escrito,
en este burdel donde trabajamos.

Después se hace la paz y me suelta un gran pedo,
más gordo que un escarabajo venenoso.
Riendo me pone la mano sobre la cabeza,
“!go, go!”, me dice y me golpea el muslo…
Borrachos los dos, dormidos como un zueco.
Al despertar, cuando le suena el vientre,
se monta sobre mí, para que no estropee su fruto.
Gimo bajo ella, que me deja más liso que una tabla;
con tantos excesos me agota
en este burdel donde trabajamos.

Haga viento, granice, hiele, tengo mi pan cocido.
Soy lujurioso, la lujuria me persigue.
¿Qué vale más? Cada uno imita a otro.
Ambos son equivalentes; a mala rata, mal gato.
Huimos del honor, él nos rehúye,
en este burdel donde trabajamos.




XIII. Tetrástico


Yo soy François, lo cual me pesa,
nacido en París, cerca de Pontoise,
y en el extremo de una soga
sabrá mi cuello cuánto pesa mi culo.


XIV. El epitafio de Villon
[o La Balada de los ahorcados]


Hermanos humanos que vivís después de nosotros,
no tengáis contra nosotros los corazones endurecidos,
pues si tenéis compasión de nosotros, pobres,
Dios tendrá antes misericordia de vosotros.
Aquí nos veis, atados, cinco, seis:
en cuanto a la carne, que hemos alimentado en demasía,
hace tiempo que está devorada y podrida
y nosotros, los huesos, nos hacemos ceniza y polvo.
Nadie se ría de nuestro mal;
pero rogad a Dios que nos quiera absolver a todos.

Si os llamamos hermanos, de ningún modo debéis
tener desdén, aunque fuimos matados
por Justicia. Sin embargo, sabed
que todos los hombres no tienen sensatez;
perdonadnos, ya que hemos partido
hacia el hijo de la Virgen María,
que su gracia no se agote para nosotros,
preservándonos del rayo infernal.
Estamos muertos, que nadie nos moleste,
pero rogad a Dios que nos quiera absolver a todos.

La lluvia nos ha lavado y limpiado,
y el sol, desecado y ennegrecido;
urracas, cuervos, nos han cavado los ojos
y arrancado la barba y las cejas.
Nunca en ningún momento estuvimos quietos;
hacia aquí, hacia allá, según varía el viento
a su antojo, sin cesar nos menea,
más picados por los pájaros que dedales de coser.
No seáis, pues, de nuestra cofradía,
pero rogad a Dios que nos quiera absolver a todos.

Príncipe Jesús, que sobre todos tienes poder,
evita que el Infierno tenga dominio sobre nosotros,
que no tengamos que hacer con él, ni que pagarle.
Hombres, aquí no hay broma de ningún modo;
pero rogad a Dios que nos quiera absolver a todos.

[De VILLON, François. Poesía. Bogotá, Oveja negra, 1983]

martes, 17 de noviembre de 2009

martes, 10 de noviembre de 2009

Le nom du père

Se han acabado las posteadas. Todo lo que escribí en una noche, cada palabra, ha sido depositado en este espacio (no me atrevo a decir página). Mi pequeño almacén de traiciones ha concluido. Todo estaba programado. Cada día, cada sensación nueva era solo una réplica de algo que sucedió, tal vez, solo en mi mente. Ahí radica mi principal problema: no distinguir entre lo que sucede en la realidad y lo que no. Este saber es el que constituye la vida en sociedad. Imaginen a un hombre que todas las mañanas despertara insultando a su vecino; porque en sus sueños este lo ha perseguido con una metralla o un cuchillo lleno de sangre. Imaginen el rostro apenado de su esposa, de sus hijos que no comprenden porqué, apenas liberado del sueño, este hombre, con la bata aún puesta, sale, camina por el corredor y toca con convicción insana la puerta de su enemigo. Imaginen la contraposición del rostro legañoso del convicto y el padre ofendido. Eso no es comunidad. El vecino con el paso del tiempo se verá obligado a tomar medidas. Primero pedirá disculpas. Luego no cederá al impulso de la puerta. Ante el abrupto despertar de sus mañanas. Oscurecido por la falta de sueño. Lamentablemente endeble, este hombre cogerá un rifle amenazando a su vecino. Ambos quedarán en medio del corredor, ambos portadores de una verdad inconfesable, ambos personajes de una patética confusión. El sudor, el peso del rifle, la fuerza de los dedos decidirán al final cuál es el destino de aquellos hombres. No es necesario un charco de sangre para que la justicia se manifieste. Tampoco es suficiente una disculpa para que no lo haga.

El sueño es continuo; y cuando el sueño es continuo deviene enfermedad. ¿Cuándo inicia la realidad? ¿En qué momento una palabra, una acción, un deseo se convierten en algo manifiesto y real? Pasan los años y esta oportuna ceguera ha sido la excusa perfecta para mentir innumerables veces. La mentira como un modo de existencia, como una cualidad personal, la intimidad misma como un fraude. No me arrepiento de nada, nunca he creído en el bien y el mal. Las pocas veces que cruzaron por mi mente un dolor de estómago, los pies sangrantes de mi abuela, aquella noche en el circo fueron suficientemente reales como para desbaratar esta ficción.

Escribir es como aproximarse a la muerte. En algún momento se acaba el aliento, en algún momento el ritmo se trunca y luego solo queda el silencio. Qué decir sino: maldita sea van a cerrar la cabina.

Hollywood y los griegos (De Hotel Paranoia...)


Todo esto nos lleva al verdadero triunfo de un modelo épico sobre otro. La victoria de los troyanos sobre los aqueos. La actualidad de Héctor y no la de Aquiles u Odiseo. ¿Por qué el héroe troyano nos resulta tan cercano? Porque no asume solamente un rol. En su personalidad se encuentran entrelazadas distintas posiciones. Es hijo, padre, esposo, héroe, todo al mismo tiempo. La proyección héroe-familia-comunidad es un mecanismo asimilado desde hace tiempo por Hollywood. Una cantidad importante de sus películas de monstruos trabaja con este formato. En otras palabras, la vuelta o constitución del orden se encuentra estrechamente relacionada a la capacidad reproductiva del héroe. Debido a eso la muerte está permitida, siempre y cuando, no interfiera con la reproducción y con el desarrollo de nuevos seres. Así, el relato amoroso inserto en todas estas películas no es algo accesorio, sino una constante, más aún, el elemento más importante. El héroe debe sobrevivir y reproducirse como trasunto de su ideología de base. Este mensaje repetido hasta el hartazgo se convierte en un principio conservador del verdadero orden, el cotidiano. Se trata de una estrategia por la cual el sistema se prolonga, se extiende, se reproduce.

viernes, 30 de octubre de 2009

Poética


1 poética


Hoy en clases, Valenzuela dijo algo inesperado. Fue un secreto concedido, una verdad dolorosa y difícil. La escritura de un relato que al concluir anulara los sentidos, la percepción, la razón misma, siquiera por un instante. Un conjunto de palabras que pulsaran ese punto y provocaran un incendio (una intensa columna de fierro rojo ardiendo).


1 respuesta (otra poética)


¿Un poema, un relato, un texto cualquiera que solo pudiera contemplarse? ¿Observado? ¿Que no dijera nada, sino que su belleza consistiera en su estar? ¿Un monumento de palabras, un conjunto de sonidos inaprehensibles, una consistencia difusa? ¿Una maravilla, una presencia, un absurdo, una escarapelante ausencia? ¿Un texto de imposible lectura? ¿Un instante permanente antes del sentido y después de él?

jueves, 29 de octubre de 2009

Perdido


En muchos de mis sueños toco a mi hermana. Es irreal la manera en la que ella y yo comprendemos ese lenguaje de piel, sudor, pequeños estertores. Es irreal, también, la manera en la que nos entregamos a aquella fiesta de fascinante descubrimiento. Terminado el sueño, desciendo nuevamente a la mañana, el agua fría, el desayuno caliente y todos en la mesa. Madre oficia una plática forzada. Escucho atentamente, especulo, me ofrezco en esencial reserva, me hago el desentendido, la indiferencia se apodera de mí: acaso nada pase. Callado, espero la vuelta al equilibrio: la inevitable pregunta se produce. Miro a todos lados, tomo un poco de aire, miento. Nada ha sucedido. Cojo mis cosas, me alejo, una gota de sudor se mantiene suspendida en mi frente. Por fin en la calle, sonrío.

domingo, 25 de octubre de 2009

Vs.


Los canarios no cantan.


Todas las mañanas mi hermana y yo nos acercamos sigilosamente al cuarto de la abuela. Escudriñamos, atentos. Ella duerme aún. Los canarios reposan suavemente en su frágil casa de madera. Nos miramos, nos decimos, damos palmas. Volvemos corriendo a nuestra habitación. Hoy seguramente, así será.

Mi abuela habla desde hace mucho un lenguaje cristalino, puro y, por eso mismo, incomprensible para nosotros. Su tiempo transcurre sobre el nuestro milagrosamente. Nadie lo nota. Pero las flores crecen desesperadas, alegres, beben de sus palabras, de su tiempo.

Los canarios no entienden de seguro. Miro a mi abuela sin tiempo. Acaso ella lo sabe, se contiene, no dice nada. Los pájaros amarillos y deleznables para mí, no lo son para ella. Espera todos los días y todos los días asume la ausencia de su canto. Todavía recuerdo su esfuerzo para conseguirlos. Los pájaros no cantan, mientras ella se mantiene firme en su silla. Nos miramos, mi hermana y yo. ¿Cómo combatir ese silencio que lo embarga todo? ¿Ese silencio que se lleva a nuestra abuela en un viaje sin alas por pasadizos oscuros?

No hay nada que decir.

jueves, 22 de octubre de 2009

Casa


Un sonido en la oscuridad de mi casa me ha despertado. Me levanto y persigo a aquella presencia oculta entre las sombras. Camino. Subo escalones. Bajo, descubro, encuentro rastros humeantes y desconocidos. Nada ha sido dejado en su sitio. Todo sigue en permanente orden. La casa, como si develara su secreto, me entrega su corazón lleno de impurezas, de fragmentos de nuestra única vida. ¿Quién es ese extraño visitante? ¿Por qué cada uno de sus pasos es presentido más nunca cierto? Vuelvo a mi cama, aturdido, exigiéndome unas pocas explicaciones. Cierro los ojos y me abandono a la oscuridad de mi cuarto. Aún es de noche. Otra vez lo he escuchado. Abro los ojos, los cierro. Todo es insignificante en este momento. Me aferro a mi cuerpo solamente. ¿Y si lo único real en este instante fuera la respiración de mi casa, su pausado pulso, el lento vaivén de su pulmones? ¿Y si en realidad lo único extraño en su interior fuera yo mismo? Una profunda neblina se hunde en los muros de mi habitación.

sábado, 17 de octubre de 2009

Posesión


¿Cómo no desconfiar? La originalidad, lo absolutamente personal, la “individualidad” suenan a nada cuando frente a uno aparecen exacta o ligeramente replicados los gestos, el movimiento, el rostro mismo. ¿Cuántas veces hemos encontrado esos labios, esos ojos, ese intenso color de su cabello bajo el sol? ¿Cuántas nos hemos levantado conmovidos ante el espectáculo de un cuerpo semejante? Las personas se repiten con una penosa insistencia. No es extraño encontrar combinaciones disímiles y reales de aquello que consideramos una particularidad. ¿Existe algo realmente propio? ¿O acaso aquellas reproducciones no son más que una pequeña ligereza, una broma de mal gusto? ¿Se trata solo de un préstamo de piel, cejas o nudillos? ¿O acaso nosotros mismos, nuestro precioso interior, es también un compuesto de materias inverosímiles y nómades dispuestas sobre geografías y latitudes extrañas? Quién soy, me pregunto, mientras la mujer que amo se disuelve entre una volátil muchedumbre.

martes, 13 de octubre de 2009

Hotel paranoia o sobre la muerte del héroe en Cloverfield (I)

Este ensayo es una respuesta a la reseña que Ricardo Bedoya publicó sobre Cloverfield[1]. Destaco en ella una omisión y replico uno de sus planteamientos. Este es un análisis inmanentista. Limitado sin duda. En realidad, es más un ejercicio de argumentación que otra cosa. Así que, Ricardo, no te lo tomes a pecho. La principal ausencia en la reseña: jamás se menciona la estrategia de marketing de la película. Cloverfield trabajó una publicidad constante desde antes que se proyectara. ¿Qué tiene esto de novedoso? Lo hizo a través de información filtrada en la red. Una suerte de cadena que te obligaba a seguir eslabón por eslabón hasta que llegaras a algún sitio. Nunca se llegaba a nada concreto. Incluso la página de la película solo contiene un grupo de imágenes que se pueden mover con el mouse; detrás de algunas de ellas se pueden encontrar palabras escritas[2]. Se jugaba a (con) lo misterioso. Así fue como una serie de amigos de la red buscaba, encontraba, divulgaba y se exaltaba cada vez que descubría un dato. Solo con ese seguimiento puedes obtener la información que explica y completa la película. Sino solo te queda una imagen turbia y penosa de los acontecimientos. Este hecho anecdótico guarda estrecha relación con una particularidad del film: no sabes nada. Lo primero que se vulnera en el espectador lego en computación es la información básica. La génesis de esa bestia inmensa es desconocida. Si accedes a los detalles de la producción te enterarás de algunas cosas vinculadas con el diseño del monstruo y muchas referencias importantes para la comprensión de Cloverfield. Espectador activo y posesivo.
Para los que no la han visto: Cloverfield es una película de monstruos narrada en primera persona. Se utiliza el recurso de la cámara en mano. Si bien su valor estético es dudoso, no sucede lo mismo con los componentes ideológicos que contiene. La película vista sin otro apoyo que la misma proyección deja una serie de vacíos: lo absurdo de los acontecimientos genera una gama de preguntas. Un monstruo que sale del mar y ataca Nueva York (una vez más). Una relación de pareja que “casualmente” se relaciona con este incidente. Una narración que vincula ambas historias y un final “triste” (o mejor, no feliz). Este aspecto es el que cuestiona Bedoya. Para él, no se llega a conciliar la “comedia romántica” y el thriller. Se trata de dos relatos que no coinciden y que, a la larga, terminan por fracturar la película. En otras palabras, no existe una unidad de género. El intento de fusionar ambas instancias fracasa. Esto significa que la película está mal planteada. Esa afirmación es errada. Retomemos: la ausencia de una explicación constructiva del nacimiento y clave para destruir al monstruo es una estrategia que posee infinidad de lecturas. El hecho de haber colocado esa información fuera de la película es sin duda un mecanismo comercial para involucrar de manera activa al espectador. Este encuentra su correlato en la individualización del punto de vista. El narrador invoca al espectador. ¿Por qué en un momento como este se da un movimiento así? ¿Cloverfield es realmente una película “mal planteada” o se trata de una película semidesnuda, es decir, una que muestra cuáles son los recursos, presupuestos, estrategias y estructuras constituyentes de este tipo de realizaciones? ¿Acaso esta película es una puerta abierta por la cual podemos intentar un primer diagnóstico de la política norteamericana, mejor dicho, de la manera cómo se relacionan el individuo y el Estado gringo? Cuando una pieza del rompecabezas se mueve implica más que ese simple movimiento.
Los desplazamientos de poder en el mundo se vinculan con el aumento y/o carencia de fe. Solo una época como la nuestra es capaz de mostrar cómo el hombre religioso
[3] no solo ha sobrevivido sino que sostiene el precario equilibrio en el que nos mantenemos y es una pieza clave para entendernos. La política convertida en una suerte de culto compartido, la figura del héroe político y una serie de elementos que rememoran los rituales de la iglesia son mecanismos por los cuales se ponen de manifiesto antiguas fórmulas religiosas. Nuestro mundo no está hecho sino de estas fórmulas reivindicadoras de lo sagrado, presentes en nuestra vida cotidiana. Con esto no quiero decir que las cosas se mantengan detenidas en el tiempo o que podamos afirmar de manera fácil: “el hombre no ha cambiado, sigue siendo el mismo”. Sino que estas estrategias se mantienen, aunque por otros medios y cumpliendo otras funciones. La secularización efectuada en la modernidad implicó el reposicionamiento de estos mecanismos, en ningún caso su extinción y/o superación como, por lo general, se piensa.
El hecho de que la cultura de masas reproduzca (palabra clave para nuestro ensayo) en serie una gran cantidad de accesorios e implementos y haya convertido el ocio en un espacio de politización e ideología se vincula explícitamente con mecanismos de construcción de nuestros parámetros mentales. En nuestro caso, el uso de fórmulas en la realización de películas es una exigencia no solo presupuestal, implicada con asuntos de producción, sino una necesidad y una suerte de autorregulación del sistema. Si bien no podemos afirmar que cada película de Hollywood es producida por el gobierno de los Estados Unidos, eso no impide que estas se puedan en leer en clave simbólica y sintomática. Su cualidad de manifestación del cuerpo nacional es una cifra que ayuda a suponer/entender el estado en el que se encuentra su población, las ideas que comparten. Cada vez estoy más convencido de que la posibilidad de pensar el Estado nacional como un cuerpo-tejido integro en el que cualquier modificación de las partes muestra la salud del todo ofrece una serie de ventajas para el análisis. Aunque estas ideas no han alcanzado un estado óptimo y necesitan repensarse (tal vez por años y años) no veo impedimento para suponerlas en este trabajo.
¿Cloverfield se convierte de esta manera en un síntoma de la pérdida de fe en el sentido común de los norteamericanos? Es posible y me interesa la explotación de esta posibilidad. Como afirmaba Nietzsche, solo el fanático es capaz de sostener un imperio. Invirtiendo los términos: todo imperio para subsistir, para mantenerse, convierte a sus habitantes en fieles, en creyentes. Cito a Nietzsche: “En comparación con el que tiene la tradición de su parte y no necesita razones para obrar, el espíritu libre siempre es débil, sobre todo en la acción; pues conoce muchos motivos y puntos de vista y, por esto, obra de manera insegura y vacilante”
[4]. Esta debilidad es la que caracteriza al surgimiento de la autoconciencia en la vida social. La relativización del bien y del mal, en el lenguaje de Nietzsche, implica una identificación y un cuestionamiento profundo de los códigos y estrategias por los cuales se reproduce en el individuo la sociedad. Esto significa que la sola presencia de este sujeto interfiere y pone en peligro los modos y convenciones sociales en su conjunto. Esta situación describe muy bien el modo en el que el intelectual se inserta en el grupo. Con todo, no es la única manera de comprenderlo. Un sujeto “fuerte”, convencido plenamente de lo que hace, de su lugar de procedencia y de su razón de ser en este mundo es el mayor instrumento de conservación del poder. Pero ¿Si este estado se modifica, acaso es posible que los mismos instrumentos que mantienen el sistema evidencien, debido a un exceso o a una carencia, la inseguridad o la pérdida de fe? La fe mueve al mundo. La política concebida como la movilización de amplios grupos sociales en una dirección definida es un ejercicio en el que dios y el estado se siguen dando la mano.



[1] BEDOYA, Ricardo. “Monstruos de hoy. Cloverfield y Michael Clayton”. En: El Dominical. Suplemento de actualidad cultura de El Comercio. Lima, 17 de febrero del 2008, p. 15.
[2] Cf. Wikipedia
[3] Para lo que sigue: cf. ELIADE, Mircea. Lo sagrado y lo profano. Barcelona, Labor, 1985; NIETZSCHE, Friedrich. Humano, demasiado humano. Madrid, Mestas, 2007; y PAZ, Octavio. Los hijos del limo. [Bogotá], Oveja Negra, 1985, el primer capítulo especialmente.
[4] NIETZSCHE, Friedrich. Op. Cit. P. 185. Cursivas mías.

viernes, 9 de octubre de 2009

Murders:

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Testigo


La UNMSM está en plena decadencia. Los sanmarquinos viven atrapados en un mundo épico. Necesitan de héroes y mártires. Cuando aparece un sangrante ellos se emocionan, aunque no estén participando, e invocan a esos derechos tan fundamentales como etéreos que los respaldan. Es una lástima la ceguera que los aprisiona. El juego está en otra parte. Hace tiempo que nuestra universidad viene perdiendo. El hecho de vivir del nombre no es lo más dramático, sino que una serie de políticas estúpidas le restan sus posibilidades como centro productor de conocimiento. En las encuestas seguimos en picada. Nuestras bibliotecas se apolillan. No contamos con los materiales mínimos para tener una formación decente (conste que no digo buena). A este paso en veinte años San Marcos estará tocando piso.
La relación entre la universidad y la sociedad no debe descuidarse, eso es cierto. Sin embargo, el anquilosamiento de los recursos de réplica y reclamo estudiantiles es otro síntoma del camino elegido. Reclamar ante medidas injustas es a todas luces una toma de conciencia digna y elogiable; hacerlo con las mismas estrategias de hace veinte años es una muestra más de la terrible enfermedad que viene consumiendo a San Marcos. No se trata de cambiar los medios. Utilizar el video en vez del panel no cambia nada. Se trata de remover esa arquitectura mental que obstaculiza un acercamiento más real a la situación estudiantil. Mientras no se coloque en primer plano el tema académico (y no, como se hace ahora, de relleno) seguiremos cayendo y sonriendo patéticamente ante la rodilla fracturada o el labio partido de nuestro “compañero”. Mientras se privilegie la gratuidad a la calidad educativa solo nos queda la agonía como universidad.

jueves, 8 de octubre de 2009

Dos poemas de César Moro

Vienes en la noche con el humo fabuloso de tu cabellera

Apareces
La vida es cierta
El olor de la lluvia es cierto
La lluvia te hace nacer
Y golpear a mi puerta
Oh árbol
Y la ciudad el rnar que navegaste
Y la noche se abren a tu paso
Y el corazón vuelve de lejos a asomarse
Hasta llegar a tu frente
Y verte como la magia resplandeciente
Montaña de oro o de nieve
Con el humo fabuloso de tu cabellera
Con las bestias nocturnas en los ojos
Y tu cuerpo de rescoldo
Con la noche que riegas a pedazos
Con los bloques de noche que caen de tus manos
Con el silencio que prende a tu llegada
Con el trastorno y el oleaje
Con el vaivén de las casas
Y el oscilar de luces y la sombra más dura
Y tus palabras de avenida fluvial
Ten pronto llegas y te fuiste
Y quieres poner a flote mi vida
Y sólo preparas mi muerte
Y la muerte de esperar
Y el morir de verte lejos
Y los silencios y el esperar el tiempo
Para vivir cuando llegas
Y me rodeas de sombra
Y me haces luminoso
Y me sumerges en el mar fosforescente donde acaece tu estar
Y donde sólo dialogamos tú y mi noción oscura y pavorosa de tu ser
Estrella desprendiéndose en el apocalipsis
Entre bramidos de tigres y lágrimas
De gozo y gemir eterno y eterno
Solazarse en el aire rarificado
En que quiero aprisionarte
Y rodar por la pendiente de tu cuerpo
Hasta tus pies centelleantes
hasta tus pies de constelaciones gemelas
En la noche terrestre
Que te sigue encadenada y muda
Enredadera de tu sangre
Sosteniendo la flor de tu cabeza de cristal moreno
Acuario encerrando planetas y caudas
Y la potencia que hace que el mundo siga en pie y guarde el equilibrio de los
mares
Y tu cerebro de materia luminosa
Y mi adhesión sin fin y el amor que nace sin cesar
Y te envuelve
Y que tus pies transitan
Abriendo huellas indelebles
Donde puede leerse la historia del mundo
Y el porvenir del universo
Y ese ligarse luminoso de mi vida
A tu existencia


El fuego y la poesía

En el agua dorada el sol quemante refleja la mano del cenit.


I

Amo el amor
El martes y no el miércoles
Amo el amor de los estados desunidos
El amor de unos doscientos cincuenta años
Bajo la influencia nociva del judaísmo sobre la vida monástica
De las aves de azúcar de heno de hielo de alumbre o de bolsillo
Amo el amor de faz sangrienta con dos inmensas puertas al vacío
El amor como apareció en doscientas cincuenta entregas durante cinco años
El amor de economía quebrantada
Como el país más expansionista
Sobre millares de seres desnudos tratados como bestias
Para adoptar esas sencillas armas del amor
Donde el crimen pernocta y bebe el agua clara
De la sangre más caliente del día

II

Amo el amor de ramaje denso
Salvaje al igual de una medusa
El amor-hecatombe
Esfera diurna en que la primavera total
Se columpia derramando sangre
El amor de anillos de lluvia
De rocas transparentes
De montañas que vuelan y se esfuman
Y se convierten en minúsculos guijarros
El amor como una puñalada
Como un naufragio
La pérdida total del habla del aliento
El reino de la sombra espesa
Con los ojos salientes y asesinos
La saliva larguísima
La rabia de perderse
El frenético despertar en medio de la noche
Bajo la tempestad que nos desnuda
Y el rayo lejano transformando los árboles
En leños de cabellos que pronuncian tu nombre
Los días y las horas de desnudez eterna

III

Amo la rabia de perderte
Tu ausencia en el caballo de los días
Tu sombra y la idea de tu sombra
Que se recorta sobre un campo de agua
Tus ojos de cernícalo en las manos del tiempo
Que me deshace y te recrea
El tiempo que amanece dejándome más solo
Al salir de mi sueño que un animal antediluviano perdido en la sombra de los
días
Como una bestia desdentada que persigue su presa
Como el milano sobre el cielo evolucionando con una precisión de relojería
Te veo en una selva fragorosa y yo cerniéndome sobre ti
Con una fatalidad de bomba de dinamita
Repartiéndome tus venas y bebiendo tu sangre
Luchando con el día lacerando el alba
Zafando el cuerpo de la muerte
Y al fin es mío el tiempo
Y la noche me alcanza
Y el sueño que me anula te devora
Y puedo asimilarte como un fruto maduro
Como una piedra sobre una isla que se hunde

IV

El agua lenta el camino lento los accidentes lentos
Una caída suspendida en el aire el viento lento
El paso lento del tiempo lento
La noche no termina y el amor se hace lento
Las piernas se cruzan y se anudan lentas para echar raíces
La cabeza cae los brazos se levantan
El cielo de la cama la sombra cae lenta
Tu cuerpo moreno como una catarata cae lento
En el abismo
Giramos lentamente por el aire caliente del cuarto caldeado
Las mariposas nocturnas parecen grandes carneros
Ahora sería fácil destrozarnos lentamente
Arrancarnos los miembros beber la sangre lentamente
Tu cabeza gira tus piernas me envuelven
Tus axilas brillan en la noche con todos sus pelos
Tus piernas desnudas
En el ángulo preciso
El olor de tus piernas
La lentitud de percepción
El alcohol lentamente me levanta
El alcohol que brota de tus ojos y que más tarde
Hará crecer tu sombra
Mesándome el cabello lentamente subo
Hasta tus labios de bestia

V

Verte los días el agua lenta
Una cabellera la arena de oro
Un volcán regresa a su origen
Verte si cuento las horas
La espalda del tiempo divinamente llagada
Un ánfora desnuda hiende el agua
El rocío guarda tu cuerpo
En lo recóndito de una montaña mágica
Cubierta de zapatos de muñeca y de tarjetas de visita de los dioses
Armodio Nerón Calígula Agripina Luis II de Baviera
Antonio Cretina César
Tu nombre aparece intermitente
Sobre un inmenso ombligo de panadería
A veces ocupa el horizonte
A veces puebla el cielo en forma de minúsculas abejas
Siempre pudo leerlo en todas direcciones
Cuando se agranda y se complica de todas las palabras que lo siguen
O cuando no e sino un enorme pedazo de lumbre
O el paso furtivo de las bestias del bosque
O una araña que se descuelga lentamente sobre mi cabeza
O el alfabeto enfurecido

VI

El agua lenta las variaciones mínimas lentas
El rostro leve lento
El suspiro cortado leve
Los guijarros minúsculos
Los montes imperceptibles
El agua cayendo lenta
Sobre el mundo
Junto a tu reino calcinante
Tras los muros el espacio
Y nada más el gran espacio navegable
El cuarto sube y baja
Las olas no hacen nada
El perro ve la casa
Los lobos se retiran
El alba acecha para asestarnos su gran golpe
Ciegos dormidos
Un árbol ha crecido
En vano cierro las ventanas
Miro la luna
El viento no ha cesado de llamar a mi puerta
La vida oscura empieza

lunes, 5 de octubre de 2009

El tacón de Aquiles, conversaciones con la señora Maricuchita


Cada vez que acudo a una oficina o cuando pago el pasaje en el carro no puedo evitar el sudor en mi frente, mis manos frondosas de calor, mi cabeza entera cubierta de un humo espeso y todo yo me lleno de astillas y espinas extrañas. Nadie se da cuenta, todos pasan distraídos. Solo cuando alguien me roza y siente que una pequeña herida se abre en su frente o en algún recóndito lugar oculto tras sus telas, voltea y no encuentra nada, prosigue hasta conseguir un admirable asiento. Mi piel se pone rígida y el aire, el corazón, se continúan en una espiral interminable. Todo termina al poco rato. Pienso, pienso, ¿cuál es la razón? ¿A qué se debe ese involuntario impulso? Nadie sabe lo difícil que me resulta iniciar una conversación. Mi vida social se ampara en un engaño, en una mentira cotidiana de anzuelos y de guiños. Soy un mentiroso. Por eso la obsesión con la verdad, su inexplicable búsqueda. Cojo el agua fresca, maravillosa, atino aún a recordar sus palabras. “Un inútil, ciertamente”. Eso no es lo peor. Lo peor es que siempre sudo. Escucho sus palabras. Siempre miento.
Leo, encerrado en mi habitación todo tiene sentido. Los libros están donde deben estar y un prodigioso orden lo sostiene todo. Puedo quedarme tranquilo. Pero al cruzar esa puerta todo adquiere una densidad incómoda. De nuevo las preocupaciones me asaltan. Es difícil, un inútil, ciertamente. Es simple: solo se tiene que poner la moneda en la mano. Lo importante es la justicia, el equilibrio entre los intereses. Hay que evitar la humillación, el ponerse rojo, el serpentear, el que te crezcan ramas y unas avecillas de color moteado aniden entre tus ojos. Estoy en el paradero. Esta vez no voy a pagar. Cada uno escoge su camino, ciertamente. Ser un inútil para la vida no significa estar eliminado de su juego, me digo. Sé que eso es mentira. No pienso pagar, no voy a pagar. Esa será mi venganza, mi manera de sellar la puerta del cuarto y de corresponder en este mundo el orden de ese otro mundo, el de mis libros. Aviso, levanto la mano y no es el carro el que asiente a mi señal, sino una garúa agonizante, apenas perceptible al tacto. Espero para cumplir mi cometido; será mi venganza, me digo. Eso también es mentira.

jueves, 1 de octubre de 2009

Formulaciones


Todo artista combate durante su vida con (y por) la (su) forma. Su obra se centra en la manera cómo la trabaja, cómo ha superado sus limitaciones y ha sido capaz de impregnarle su marca personal. Ese trabajo es el que finalmente dictaminará su valor como artista y su perduración en el tiempo. En el momento en que empieza a dominarla, en el que, finalmente, se ha apropiado de ella y posee un estilo propio surgen las preguntas. Sus recursos le proporcionarán logros estéticos y aciertos en su búsqueda artística. Le servirán como los soportes expresivos en los que su mundo encontrará manifestación. Después de ese momento de pleno auge empieza el desconcierto: es ese momento en el que se genera la diferencia entre el artista genial y el buen artista. Mientras el segundo evade las preguntas, el primero las asume de manera peligrosa. Sabe que esos cuestionamientos ponen en riesgo su obra; que lo obligan a asumir su camino como siempre inacabado. El segundo, sin desmerecer su esfuerzo y su trabajo, convertirá sus descubrimientos en fórmulas. Con el tiempo, estas formulas que alguna vez resultaron sorprendentes y admirables se volverán predecibles, se anquilosarán. El artista genial tal vez no consiga superar esa crisis. Tal vez, no tenga otra opción más que aceptar el silencio. Su grandeza consiste precisamente en eso: su comprensión de la forma y del arte lo llevan a una búsqueda que quizás nunca encuentre manifestación visible. Quizás, su obra se encuentre en los oscuros pasadizos de su mente, o en el laberinto celeste de sus vísceras, entre su corazón y sus pulmones. No lo sabemos. Nunca lo sabremos.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Un poco de la magia Estereograma

¿Cómo se dice? ¿Triste, estoy triste, me siento triste? En el juego de la precisión no importa la verdad sino la pulcritud de la palabra. Basura. No se trata de orden ni de estructura; se trata de que las palabras zumben, de que sean cuerpos palpitantes terriblemente hermosos. Si las palabras no respiran, si sus latidos no nos resultan fascinantes no hay razón para la palabra, su aparición se convierte en un acto gratuito, insulso y, la peor de las veces, in-significante. Es el interior de la palabra lo que me preocupa; su textura, su corazón y su alma. Esa materia inexplicable que nos aniquila y nos devuelve a la vida infinitamente.
Sólo quiero mi propio mundo.
Que es como decir quiero cortarme la garganta.
¿Por qué escribo todo esto? ¿Qué sentido tiene? Sufro y no encuentro razón ni justificación para ello. Aunque debilitada aún la ansiedad persiste. No es mi fracaso en la poesía lo que me lastima, sino esa insatisfacción en las cosas que hago diariamente. Todo es insuficiente. Cada acto de mi vida cotidiana es un abismo coronado de papel y caminatas rápidas, perturbadoras, por los pasillos de mi universidad.

Henry, por qué escribes?
porke kiero
por eso no tiene forma
tú?
no lo sé, sólo sé q cuando lo hago me siento mejor, menos al borde, es como si "ellos" o "ellas" estuvieran en mi lugar y me permitieran seguir estando aquí

no se si para mi signifike sentirse mejor
pero definitivamente me incomodo escribir por obligacion
eso mismo debe salir simplemente
aunque siento q soy como una bateria andando por la ciudad, por las calles
y en un momento es inevitable el colapso, cuando no lo hago me hundo

domingo, 27 de septiembre de 2009

Nadie Mejora


Siempre me he mostrado reacio a los cambios. Cuando se es niño las promesas nacen libremente, sin impedimentos. No se piensa en la dificultad que significan y poseen. Es simple: se promete y ya. Eso no es todo, con el tiempo nos damos cuenta de que estas promesas tienden a buscar una explicación, una superación, una cierta trascendencia. Nadie promete algo que no implique una situación más agradable. Se promete para mantener el orden o para mejorarlo. Pienso: ¿he leído un par de libros eso me hará un mejor ser humano? Desconfianza: qué significa ser mejor. Se cree comúnmente que la vida, la “experiencia” nos convertirá en mejores personas; que mientras más cosas interioricemos o soportemos tendremos mejores respuestas ante la vida. Se trata de una lógica cuantitativa. La vida nunca es mejor, sino diferente. A veces reaccionamos de manera admirable ante los sucesos más dramáticos de nuestra existencia; otras simplemente nos portamos como pequeños déspotas con una edad mental casi babeante. Todas esas respuestas no forman una cadena ordenada en sentido ascendente. No nos dirigimos a Dios. Tampoco hacia el lado opuesto. Creer que la edad y nuestra historia vital nos llevan a alguna parte es un error. Estamos sometidos al azar, a la sorpresa. Nuestra existencia es una navegación en un mar cubierto de flores amarillas y azules, bajo las cuales una profunda bestia se balancea. Nunca sabremos cuál es el color de la bestia, tampoco cuál es su forma; solo sabemos que se balancea por una alucinada burbuja que, cada cierto tiempo, al atardecer, aparece por un instante sobre la superficie.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Wall-cover


Leyendo a Coleridge me doy cuenta de que jamás entenderé por completo esa manera de concebir el arte. Sucede lo mismo que con las Vanguardias. Esa tendencia hacia el terrorismo artístico nos resulta incomprensible, por más que la disfrutemos y admiremos. No se trata solo de inteligencias distintas, sino de sensibilidades distantes. Para ellos el boicot era algo consecuente con su comprensión del mundo. Era necesario tumbarse algo. Eso que tenía el prístino nombre de academia o “arte”. Había una entidad/impedimento que se oponía con su presencia y principios a la búsqueda de ellos. En ese tiempo todavía podían sentirse héroes. Se trataba de un mundo en el que lo épico aún tenía cabida. La explosión, el ejercicio de la oposición estaba permitido. ¿En este momento, es posible oponerse a algo, sin que resulte una pose o una impostura? No lo digo como un artista, sino como alguien a quien le gusta el arte. Ante la inexistencia de límites la esfera del arte se ha convertido en un ejercicio en el que todo está permitido. ¿Cuál es el criterio? Ya no se trata de una praxis propiamente dicha, sino de una teoría materializada. El artista concibe y esta concepción se arma en la realidad. Esto revela aquella concepción a la que somos extraños (as). No se trataba solo de una beligerancia estética, sino de una concepción que encontraba su sustrato en cada parte de su ser. Era una mirada y una escucha que les permitía repensar la humanidad en su conjunto, sobre la significación de lo humano. En esto radica mi incomprensión: no se trata solo de una búsqueda estética, sino de una búsqueda vital. En la cual lo ético y lo político no son elementos accesorios, sino el esqueleto mismo de un universo de preguntas. En una época dominada por el “auspicio”, ¿cómo recuperar ese anhelo de totalidad? El verdadero arte posee un componente subversivo intrínseco. Después de la lectura de un poema de Eielson, por ejemplo, me poseen las ansias de desnudarme, de salir corriendo, gritando a todos que la realidad es un fraude, de buscar un lago y sumergirme en él. Tal vez esa muerte helada sea la mejor respuesta para la pregunta que porta toda obra de arte.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Milagro


He asistido a un breve monólogo. La intérprete narraba una melancólica historia. Amor, abandono, un final predecible y melodramático. Si nos fijamos solo en la historia se trata de una novela rosa de folletín sin valor artístico alguno. (Todo el aparato crítico en movimiento). Me lleno de rubor cuando recuerdo. A los dos minutos de iniciado el monólogo me encontraba sumido en la historia. No lo contado, sino esa voz esplendida. No por su belleza, sino por su sinceridad. Me he sentido un estúpido. El encanto estaba en esa voz que mostraba. La historia era solo un aditamento. No tengo explicación alguna para lo sucedido. Tal vez lo artístico no implica, necesariamente, lo estético. Otra vez Kant cuestionando a Hegel. (La maquinaria reconfortada).

martes, 15 de septiembre de 2009

Degeneración


I
Siempre denigré la poesía de Octavio Paz. Sus ensayos desde la primera vez que los leí me parecieron alucinantes. La calidad de su prosa, la forma de su argumentación, la dimensión de sus digresiones formaron el tríptico de esa estima. No sucedió lo mismo con su poesía gruesa de pensamiento, siempre ordenada por una entidad fácilmente perceptible, impregnada de tinta y largas noches de persecución. Todo eso la volvía insoportable a mi gusto. Nunca quedé satisfecho por completo de ella. Aun cuando encontraba algunos poemas hermosos, no cedí en mis convicciones. Hoy por casualidad cojo ese pequeño volumen hundido en mi librero. Leo un poema al azar. Algo ha pasado. El poema brilla con una luz misteriosa y seductora que desconocía por completo. Termino el poema, siento que esa breve luz ha pasado, casi como una operación de alquimia, de la página a mi corazón, a mi estómago, a mi cerebro. Cada parte de mi cuerpo responde de manera humilde a esa verdad. ¿Qué ha sucedido?, me pregunto, mientras busco otro poema. Es fácil formular una respuesta; por el contrario, es sumamente difícil entenderla.

II
Mi gusto por la poesía se complejiza cada vez más. Me lleno de orgullo cuando pienso que mi sensibilidad se ha refinado, que mi lectura se ha vuelto más sutil, que considero detalles y reconozco guiños antes obviados. Eso me hace sentir mejor mientras escucho Funeral de Arcade Fire y el carro se dirige augustamente hacia la universidad. Al poco rato sube un desconocido a contarnos una penosa historia que lo tiene a él y a su pequeña hija como protagonistas. “Crown of love” es el fondo musical óptimo para su historia y sus lágrimas y el tosco papel que sostiene. Supongo que todos en el carro escuchan música porque ninguno se ha molestado en siquiera voltear el rostro. He llegado por fin y los cuestionamientos surgen como la antesala de la tristeza. Me pregunto si todos estos años han sido en vano. Si la universidad me ha quitado más de lo que me ha proporcionado. ¿Existe alguna belleza en el mundo superior a la poesía? ¿Acaso un poema no es más que un burdo simulacro de algo que se encuentra ante nuestros ojos y, al mismo tiempo, distante para nuestra ingenua manera de asumir la realidad? ¿La belleza, esa extraña sustancia, se encuentra en cada lugar de este mundo, dispuesta a ser recogida? ¿Será posible que su búsqueda implique también una manera de comportarse, un compromiso con todo lo existente? ¿Lo estético es ese vínculo sintiente que nos relaciona con todo lo extraño, con lo ajeno, con lo otro? Ya no puedo soportarlo más.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Pasadizos cubiertos de niebla
descubro
plantas que respiran
crecen en los muros
se extiende una delgada red de pétalos

siempre perseguido
bajo el cielo
los árboles azules escuchan desde el cielo
también azul
la respiración en los ojos de la noche
el vaho de dios desaparece
pequeñito
desde el cielo

Una fogata de hojas verdes
nuevamente pequeñita
cuándo cae pace el viento
mis manos conservan una roca
sangra transparente por las noches

martes, 8 de septiembre de 2009

Respuesta al joven Huincho II


Hola, Jesús, gracias por tu orientación y tu tiempo al responder mis dudas académicas, pues gracias a ellas salí victorioso este quinto ciclo.
Siempre tengo una duda que quise comentarte en un café que no se pudo realizar, es respecto a la teoría literaria; si bien las lecturas nos hacen reflexionar, puedes explicarme (no creo que tengas tiempo o enviarme una página electrónica, pues no me queda muy en claro la finalidad de este curso) la finalidad de este curso y cómo lo aplicaré en mi área laboral.
Recuerdo que una vez me explicaste un esquema donde estaban una serie de autores teóricos que tenían que ver con el estudio del discurso literario, aún lo tengo ilustrado en mi cuaderno.
He estado leyendo a Cesare Segre, Seymour Chatman y Wolfang Káiser, pero ellos aún no me precisan mis dudas respecto a la teoría literaria. ¿Qué debo leer? Pero en sí cómo aplico la teoría literaria como marco teórico a una reseña, a un artículo o a una tesis. Esas son mis dudas. Tal vez no tengas tiempo, si puedes responderlas te lo agradecería.

Para serte sincero esa pregunta es muy difícil de contestar. He señalado las partes de tu mensaje que, de una u otra manera, colaboran para una comprensión-respuesta de tus inquietudes.

1. En primer lugar, es conveniente que no pienses la teoría literaria como un curso. Es decir, no te dejes llevar por el rótulo. En realidad se trata del presupuesto de toda investigación dentro del marco de los Estudios Literarios. Gracias a ella tu acercamiento y perspectiva se diferencia de otras disciplinas. Es lo que te constituye como analista de discursos literarios y no como historiador o sociólogo, por ejemplo.

2. Es importante que consideres algo: la Teoría Literaria nunca es una teoría determinada, sino un conjunto de miradas en torno del fenómeno literario. Los autores que mencionas forman parte, cada uno de ellos, de una tradición propia. Es así como Chatman puede entenderse dentro de la narratología y los desarrollos del estructuralismo francés y Káiser gira entorno de la Estética de la recepción y los alcances de la hermenéutica filosófica. La teoría literaria es una suerte de mapa que te permite ubicarte y dialogar con una respectiva tradición.

3. Ahora, cuando te interrogas acerca de la aplicación aciertas al mostrar cómo cualquier relación no es unívoca ni exenta de interferencias o reformulaciones. En otras palabras, tú como analista terminas produciendo tu propia síntesis/lectura de estas teorías. Incluso, el hecho de tomar partido por una y no otra es un factor clave para tu análisis. No solo importa qué libro vas a analizar, sino cómo vas a abordar el texto. Estas dos elecciones se encuentran vinculadas. A la larga, forman la base fundamental de tu especialización y constituyen la fuente generadora de gran parte de las particularidades de tu análisis.

4. Yo no creo que la elección de una teoría sea solo una cuestión instrumental. Me parece, al contrario, que se encuentra en consonancia con las preocupaciones éticas y políticas que rodean tu labor como investigador. Más aún, están en la sustancia misma de tus intereses intelectuales. El cuadro que alguna vez te mostré es un resumen de las que son las dos tendencias mejor definidas en los Estudios Literarios, en mi opinión. A mí me sirvió mucho el libro de Walter Mignolo. No recuerdo el título pero era uno de los libros de lectura obligatoria en Teoría II, cuando lo llevé. Lo tiene Mary. Mignolo te explica bien las diferencias entre las tradiciones teóricas y algunos problemas que surgen al hablar de teoría literaria a secas.

5. Siempre aplicas teoría literaria en cualquier juicio acerca de una obra específica. Incluso cuando no has llevado el curso. La noción del poeta como un iluminado es ya una “teoría literaria” aunque de sentido común. No te olvides que, según Culler (Breve introducción a la teoría), teoría es toda aquella reflexión que se supone aunque sea imposible de demostrar, pues es su coherencia misma la que la sostiene. Además, puede ser utilizada en cualquier ámbito disciplinario. Rorty (Cf. Consecuencias del pragmatismo, el artículo que habla de la filosofía como disciplina académica y su pérdida de estatus en la modernidad) también enfatiza el lugar que ocupa la teoría como género literario. Su capacidad para desplazar al discurso filosófico. En nuestra época cualquier discurso “esencialista”, o con apariencia de serlo, está tachado de antemano.

6. Existe otra complicación: la distinción entre método y teoría. Te vas a dar cuenta por ejemplo que la semiótica, la narratología, la retórica general textual son métodos de análisis. Sin embargo, cada una de ellas posee una teoría que las sostiene. El caso de la Retórica General Textual es el más evidente. Cuando leímos a Arduini, Bottirolli o Albaladejo asimilábamos teoría literaria. El método que usamos fue el corolario de lo leído en clases. Lo mismo sucede con otros métodos de análisis. El mismo psicoanálisis entra dentro de esta lógica. Por lo general, se compaginan perspectivas diferentes. En otras palabras, se vinculan métodos de análisis formal con teorías de corte sociológico. Esta es la salida más común y la más práctica en el abordaje de textos literarios.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Al borde

A veces me levanto con la plena seguridad de que por fin he encontrado el sentido de mi vida. Esa orientación que me indica hacia dónde tengo que ir, qué libros leer, qué películas ver, cuándo callar. Así puedo estar un día, una semana, tal vez un mes. Durante ese tiempo, trabajo incansablemente, feliz, dispuesto a todo, de nuevo feliz, discreto, seguro. Después salgo a caminar bajo la lluvia o me tomo un café envuelto en mi colcha preferida y así existo de manera saludable. Sé que esa felicidad jamás será interminable. Al poco tiempo un sonido en mi ventana, una puerta que se abre, el sabor de la lluvia; surgen las dudas, cojo todo lo que he escrito, arrojo los libros que he leído y hago lo posible por desaparecer todo aquello que me recuerde esa falsa ilusión de certeza. Es un milagro que no haya muerto en una de esas acometidas. Mi vida sigue envuelta en ese círculo de ciclos y de ciclos.
Hasta ayer consideré la verdad como la razón de mi existencia. En la noche mientras conversaba, con una cerveza a mi lado, no evité que la belleza usurpara un lugar en nuestra mesa. Hoy, despierto y azul de rabia, he iniciado el ciclo una vez más; harto de lo que he perdido. Mi casa vuelve a esa oscuridad en la que mi madre me busca y yo la busco a ella. En donde tenemos que caminar de puntitas para que la muerte no nos sorprenda. Escuchamos nuestras voces y continuamos el susurro por horas y horas. Mi casa vuelve a ese sueño que cada cierto tiempo la encierra. Sus latidos son los míos, los de mi madre, los de todo aquel que haya pisado mi casa. Otra vez, existo porque sí; sin ninguna razón, sin ninguna causa. Fatigado, me tumbo donde puedo. Escucho cómo el agua termina y asiento a todo lo escuchado. Otra vez el sueño es una fiesta.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Ey, Burbuja, repeticuá (usted no aprende): De Hi5 con amor

Un “nuevo proyecto de totalidad de diferencia total” es una frase incomprensible, por no decir que es una contradicción en sí misma. La palabra proyecto implica ya algo común. De otra manera esta simple expresión no podría siquiera ser formulada. Diferencia total. En cada parte del mundo una mujer aproximadamente cada nueve meses da a luz un pequeño. Cómo piensa eso con su “diferencia total”. La experiencia del cuerpo, el lenguaje, la expresión retórica, cada una un camino hacia la universalidad. Esbozos históricos y limitados. Toda una orientación: retomar lo mejor de la modernidad y plantear la base teórica y filosófica para proyectos sociopolíticos en común, con ambición universal. No dudo de que cada uno de estos planteamientos tenga la mejor intención. Sin embargo, ¿cómo pensar en proyectos universalisadores cuando ni siquiera se han logrado las condiciones mínimas de existencia?

Es un acierto suyo el pensar la alteridad como un problema sociopolítico también. Aun así el reducirlo a la dialéctica parecerse al más bonito, rubio y adinerado es una barbaridad. No dudo que, también, sus intenciones sean las más honestas. Parecerse al que tiene el poder no es una característica de nuestra época. Tal vez, la particularidad radica en que este fenómeno tiene por primera vez un alcance universal gracias a los medios de comunicación y a la lógica de mercado. De todos modos es “demasiado fácil” relacionar esta lógica de lo mercantil con la lógica del poder. Que la televisión, el internet y los demás medios de comunicación masivos son los grandes generadores del sentido común nadie lo pone en duda. Ahora que la seducción del poder se ejerza a partir de una sola imagen, eso es cuestionable. Me atrevería a decir que en realidad lo que se generan son mundos posibles y alternos que mantienen una cohesión/coherencia sumamente poderosa, al punto de funcionar como pequeñas matrix con su propio aire artificial. La realidad y el juicio moral válido es el que dicta Magaly Medina; como censora de la ética, la moral y los buenos valores; su mirada ha permitido la conciliación de mundos diversos amparados en una misma tabla de valores. Otra vez lo bueno y lo malo. Una lógica que distrae/organiza unidades de sentido diversas y autosuficientes. La autoconstrucción de la identidad no solo obedece a una exigencia de la propia vanidad, como usted piensa, sino a una serie de procesos generadores de sentido. El Hi5 ofrece la posibilidad de entrar en esta esfera. No creo que nadie asuma esto como la “realidad”; no creo que nadie, tampoco, sea capaz de discernir entre ambas. Esta época explota como ninguna otra, en mi opinión, las fracturas de la identidad. Nadie sabe quién es. Toda fatalidad es innecesaria. La posibilidad de mundos posibles, en los que cualquier persona es cualquiera, es la realidad. No ha sido suficiente con mostrar que la realidad cotidiana es una construcción, sino que ahora se ejercita en la praxis demencial de mundos posibles. Este mecanismo no solo forma parte de las estrategias del poder estatal o de una sesión de los amos del mundo, sino que deriva de una nueva experiencia ontológico-existencial que goza en la imposibilidad de los límites. Hasta el cuerpo ha pasado de materia a signo, y por lo mismo se ha vuelto diseñable. Vivimos en la época de los desvaríos de la razón. Atrapado en el laberinto del signo domesticado(r). El intelectual y las máscaras. Efectivamente, el intelectual se debate entre arrancar máscaras o colocarse una. La diferencia radica en que su máscara solo puede ser el vacío. En este momento el intelectual tiene más de místico que de ideólogo.

Ey, Burbuja, repeticuá (usted no aprende): El mundo feliz de la bestia



No me preocupa lo que muestra la película, sino lo que dice entre líneas. Según la contextualización, el fenómeno presentado (no pienso en la apariencia del hombre elefante, sino en la lógica social que se rige según parámetros de lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo) es una muestra más de la mentalidad burguesa europea de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Si seguimos esa línea de lectura no es casual que una presencia tan adorable como la interpretada por John Hurt establezca una suerte de malabarismo esperpéntico entre su fisonomía y la terrible bondad que emana desde las profundidades de la misma. La muerte de este personaje no es solo un acto de generosidad, una suerte de final bonito, sino representa un serio cuestionamiento a la pregunta: ¿existe algo de bondad en el interior del hombre? ¿Puede la educación convertir a una bestia en hombre? Un sujeto dibujado con un trazo tan bien definido es de por sí una aberración. No se trata de que se enfrenten el bien y el mal, sino de mostrar que ambos lados de la pregunta son una patraña. Esta polaridad propuesta como explicación y justificación de la lógica social, existencial y ontológica del ser humano es, a todas luces, limitada. No creo que nuestro destino, me refiero al de la humanidad, esté orientado hacia la mejora de la vida en común. La modernidad fue un canto apresurado que terminó en tragedia. El hombre no mejora, porque su existencia no es sino un asunto histórico, y la historia es ante todo tiempo, el tiempo del cuerpo, las emociones, el pensamiento. El problema es que siempre habrá problemas. Las soluciones estáticas que suponen una autorregulación del sistema implican, por lo general, un total sometimiento de la instancia crítica y racional del hombre, por no hablar de su esencia patética e irreversible. En ese sentido la doble polaridad representada por el hombre elefante es un síntoma más de la alarmante estrechez de este tipo de lógica. Surgen de esto nuevos cuestionamientos: ¿Dónde ubicamos la maldad? ¿Es el hombre malo por naturaleza o es, nuevamente, la sociedad quien lo corrompe y condiciona a ella? Esas preguntas son una consecuencia inevitable del pensamiento que intenta recuperar la universalidad del proyecto moderno. Con esto queda claro que no hay nada más ingenuo e inocente que creer en una bondad intrínseca al ser humano. Muchas más máscaras, sin duda: ¿y por qué no una máscara de la “inhumanidad”, de la bestialidad? No hay fondo, debajo de las máscaras solo hay más máscaras. Make me a mask?

jueves, 20 de agosto de 2009

Burbuja dice:

A qué humanidad ponemos en riesgo; a ésta que se asume como humana, que se pone una máscara y nos dice cómo debemos ser, porque así somos los seres civilizados (¿?). Ciertamente, todos tenemos instintos. Pero, me pregunto tan intolerable es esta idea de no ser parte de ese molde, porque simplemente no negarse. ¿A quién persiguen? Persiguen al diferente, al ajeno. Tú lo dijiste él rompe el molde; ahí tenemos una contraparte. Una verdad que nos dice no sólo con palabras (esas que no existen, esas que son convenciones) sino que nos refriega en la cara que aquel enigma que está como epílogo siempre y que creemos nunca será verdad porque simplemente es utopía. Resulta que no es utopía, está ahí escondida y se va porque no somos capaces de verla y cuando la vemos sólo nos horrorizamos y no, no, estamos horrorizados de él. Él es externo. Nos horrorizamos de lo que nos causa y nos transmite esa ¿bestia? Esa bestia nos refriega en la cara que la convención de la palabra bestia cae y no es capaz de rebotar porque se queda pegada a esta máscara que no se nos ira nunca. Pero, ¿por qué simplemente no dejamos de pensar en los ojos o la nariz de la máscara? Miremos más allá, veamos la mirada, sintamos la respiración ¿Qué hay debajo de las máscaras? Hay muchas más que lo que vemos hacia fuera de ellas.Un nuevo proyecto de totalidad de diferencia total porque tal como tú lo dices todos te indican que debes ser diferente pero ¿diferente a quién? diferente a ti mismo y parecido a ese otro que tiene el poder. A ese otro que es capaz de estar inserto en ese inmenso viento que nos cubre a todos. Todos quieren ser rubios, delgados y bonitos. Porque así son los que tienen poder, que es lo mismo que decir, los que tienen el dinero. Todos quieren ser como ellos, hablar como ellos, caminar como ellos, todos quieren ser deseados. Un ejemplo todas las fotos esforzadas que ves en el hi5, todos se esmeran por ser bonitos, medio calatos; buscan desesperadamente ser deseados. Ahora si bien es cierto todos de algún modo queremos satisfacer nuestra libido, no es lo principal; ¡vamos! (es sustancial no lo negaremos, pero no primordial). Lo que quiero decir es que vivimos en una sociedad tan espantosamente cegada en cuestiones tan torpes que se nos preguntamos cómo es posible que Keiko Fujimori pueda ser una opción. El intelectual se debate entre arrancar máscaras o colocarse una. Elijamos ¿La careta del hombre elefante? O ¿Las caretas esforzadas del hi5?

viernes, 7 de agosto de 2009

Calles de Santiago


I
Las calles de Santiago de Chile parecen muertas. No porque nadie transite por ellas. Tampoco porque la niebla lo cubra todo y la gente vague con la certeza de que se encuentra completamente sola. Sus calles encubren un secreto, algo que atemoriza al extranjero. Es como si Santiago estuviera a punto de estallar. Como si esa explosión fuera inminente, segura. Como si desde hace mucho tiempo estuviera destinada a ese final. Si después de la ciudad solo queda un polvo gris que lo cubre todo; si después solo encontramos ruinas y trozos de cemento y papel mojado sobre el piso; no debemos alarmarnos. Me gustarìa saber qué esconde Santiago. Porqué no me muestra aquello que sonroja sus paredes. Caminar por sus calles causa sopor ciertamente, un sopor que se contradice con el frío nefasto que deambula. Me alivia el recuerdo, la nostalgia de mi ciudad. Es inútil, el recuerdo inconsistente, el recuerdo incapaz de sostenerse frente a la evidencia, no vale nada. Una vez más el trauma nacional: ¿de dónde soy? De ningún sitio. ¿A dónde pertenezco? A ningún lado. A quién amo? A mi abuela y solamente a ella. ¿Quién es mi abuela? Todas las mujeres que conozco y que conoceré. ¿La ciudad en femenino? La lluvia se apodera de la avenida y no tengo un maldito paraguas.

II
En Santiago todo es ordenado. La basura en el tacho es un golpe bajo para nuestra conciencia nacional. Es por higiene. No la higiene de las calles de Santiago, sino la de mi conciencia que busca esa certeza metafísica para sentirse a gusto. Me agrada que los carros no intenten atropellarme. Que la gente respete la fila y que cada cinco cuadras haya un puesto de los Carabineros de Chile. Me gusta que la gente salude amablemente y diga "buenos días, dama o caballero". Pero tanta belleza con el tiempo llega a ser un simulacro de la vida. Cuando las formas vencen convierten los huesos en incienso. Aun así el simulacro se impone al caótico movimiento de Lima. El extraño termina por someterse a esa belleza plástica y aséptica que todo lo rodea. La seguridad que esta le brinda no tiene ningún equivalente. Las ocho horas de trabajo y las horas extras existen como tales y no son una frase bonita en letras diminutas, en los últimos dos milímetros de la página. No es raro escuchar en las conversaciones entre peruanos el único argumento consistente y verosímil y subsistente que les queda. Con una rara rabia vindicativa afirman: "Es cierto, pero la comida peruana es más rica".


III

La guerra perdida no es el problema, sino el "culpable". Con más de tres cervezas en la mesa el tema ronda por los alrededores. Más cerveza y todo iniciará una vez más. ¿Cuál es el motivo para que un hecho del que no recordamos nada se convierta en, por lo menos, una suspicacia? ¿La memoria temática se convierte acaso en el sustrato de lo común? Es decir, la búsqueda de la comunidad imaginada se inaugura, en nuestro caso, en la conciencia de una derrota común. Pero la derrota como un acontecimiento compartido no es más que una pieza. Lo que realmente nos convierte en perdedores es la existencia del vencedor. El culpable de nuestra desgracia. ¿Acaso cada vituperación, cada lisura, es una muestra de nuestro lacerado y paupérrimo "nacionalismo", su larga agonía? ¿Es acaso el intento escaso de fundar algo? La existencia de una estrategia como esa no sería más que una prueba de nuestro fracaso como nación. Lo repito una vez más: el Perú es una invención sin rumbo fijo.

IV

Calles inesperadas muchas veces. Calles envenenadas de tristeza y relojes. Santiago se parece mucho a Lima. Ciudad de disonancias y contradicciones. El tiempo sobrevive en ella; sus construcciones conversan, cuchichean, se asombran, expelen chismes y deseos. Se parece a Lima, pero nadie lo sabe. Santiago está al borde. Siempre te miente. Su encanto radica en su capacidad de replicar el dolor en las caras incoloras de sus habitantes. Caminar es escurrirse entre la muchedumbre preocupada por el horario o las últimas limitaciones de la moda. Caminar es convertirte en el obstáculo de ti mismo mientras buscas. Santiago se parece a Lima porque difícilmente se evita la pregunta del rostro frente al rostro, de la mano sucia y la miseria en la misma puerta de un magnífico edificio. El mundo no es bonito, no lo es. La suficiencia con la que nos construimos es una más de las trampas de la siempre inútil esperanza. El mundo como ejecución (en sus dos sentidos): Santiago es un espejo luminoso cuyo borde se escuentra ensangrentado.

jueves, 30 de julio de 2009

lunes, 27 de julio de 2009

Baguazo


I

Lo que me estremece no es la muerte.

Siempre creí que un cuerpo muerto es algo así como una cosa. Algo que se pone al lado de los libros o cerca de la mesa; junto al florero o sobre el sofá. No es por pudor ni por miedo, es solo que esos ojos blancos y esa piel hinchada ya no tienen la forma de una persona. Un ser humano es algo más que carne con forma, claro está. Con el tiempo, y por mi trabajo, me acostumbré a esos cuerpos perdidos, diluidos en su propia materia, ajenos a sí mismos. A veces no encontraba nada mejor que quedarme durante horas viendo como desaparecía el contorno de los ojos o como cada extremidad cobraba independencia en sus bordes y en sus limitaciones.
Hay cierto encanto ante la muerte, me decía, sin comprender mis palabras, sin sentirlas siquiera en mi boca.


II

Cuando Julien murió ninguno de nosotros se enteró sino hasta después de que lo enterraron. Seguimos nuestra vida. Una tarde alguien nos contó: Julien ha muerto desde hace dos años. Fue en el trabajo. ¿Quién fue?, no lo recuerdo. Nicole seguía sentada en el mueble y masticaba. Eso no puede ser real, no es real decía Jean Paul mientras tragaba su última galleta. Pero si nadie nos avisó. Pobre Julien. Desde el fondo las voces fueron en aumento. Verdad, sí verdad, Julien ha muerto desde hace dos años y nadie nos ha dicho nada. El carnicero nos miró a todos: un mechón de pelo le cubría su ojo izquierdo. Esas cosas no importan, nos dijo. Nadie sabe la verdad. Eso es cierto, dijo Jean Paul, no les he contado la vez que me salve de la muerte. Sí nos contaste, dijo El carnicero. Además te salvaste así que tu historia ya tiene final, ¿no es cierto? Eso es relativo. Si llamas final al hecho de que esté con vida. Dejá de joder no ves que estamos hablando de Julien. Hemos pasado años con él en esta habitación y nadie se ha dado cuenta de su muerte; eso es algo terrible. El tono de esta última frase fue como si una ventana rota despidiera millones de pedacitos de vidrio sobre la lengua. Todos se miraron las caras. Por un momento se mantuvieron callados. Era cierto nadie se había preguntado: cómo, cuándo, en qué momento, por qué Julien había desaparecido. ¿Quién lo había visto por última vez? ¿Cuáles fueron sus últimas palabras? Se hizo una pregunta, no había solución posible. Nicole en el mueble seguía masticando. No escuchó nada, ni una sola palabra dejo huella en su cuerpo. Sus labios seguían perdidos en ese rumiar insensible.
III
El momento en que un cuerpo se convierte solamente en un signo posible de resignificación ha llegado. Si en algún instante dudamos de los mecanismos de terror, ese momento ahora es historia. Nunca pensé encontrarme con la terrible certeza de que la muerte ahora ya no importa. Antes todavía el cuerpo del oponente era un límite, su muerte culminaba la rivalidad e inauguraba un nuevo momento en donde su corporalidad se incluía sin problemas. Ahora esta candida ilusión ha sido desbarata. Se trataba solo de una ilusión, solo de eso. He visto en los periódicos como de manera grotesca se muestra la muerte como un ejercicio de retórica. Si alguien es tan imbécil para asumir que 80 % de los medios periodísticos tiene razón entonces en este país ya no existe la esperanza. Cortes improvisados, fotografías trucadas y toda una serie de aritificios visuales acompañados de una retórica delirante. En este país quien no tiene la culpa la tendrá en cuanto a alguien se le ocurra. Los excesos del poder son siempre aberrantes. No defiendo a nadie. Acuso simplemente: la violencia no puede convertirse en un argumento del Estado, mucho menos en el único. Nunca preguntaré quién lanzó la primera piedra. Esa pregunta es insoluble. La búsqueda de una evidencia definitiva que delate a unos y libere a otros es un absurdo. Lo evidente es que existió violencia de ambas partes y que hubo muertes de ambas partes. La construcción del "salvaje" es, una vez más, la salida fácil asumida por el Estado. ¿Nos encontramos nuevamente dentro de la dicotomía civilización-barbarie? ¿Hay que civilizar al salvaje a cualquier precio? Si es con fuego y balas mejor. El único salvaje realmente civilizado es el salvaje muerto, ¿no? Si los medios pretenden una vez más mostrarnos de manera descarada cómo en el Perú, así como en muchos otros países, no existe la "democracia" creo que esta vez lo han logrado.
IV
No solo el hecho fue patético y espantoso, también las formas y estrategias de reclamo establecidas lo fueron. Nunca me ha dado tanta vergüenza ser parte de la especie de este mono desnudo como aquella vez. Un reclamo justo se convirtió en una parodia de lo "público". Todos en su cochecito se convertían en los abanderados de la causa, en los únicos capaces de remediarla; mientras los minutos avanzaban era cada vez más el desorden, todos (se) reivindicaban esa lucha y al pueblo que la realizaba. Al final todo terminó en un espectáculo deplorable. Todos aprovechaban el momento para lanzarse flores así mismos, para hacer proselitismo y para dejar en claro que su participación era decisiva. Realmente ridículo. Una vez más observamos cómo un país "adolescente" se excita con demasiada celeridad. El desconocimiento del otro es uno de los grandes abismos que todavía no hemos podido superar. No estamos al borde del precipio, sino dentro de él.