miércoles, 25 de noviembre de 2009

Tres poemas de François Villon

Ítem, a Margot la Gorda,
de muy dulce rostro y apariencia,
¡por mi fe!, ¡por Dios!,
criatura bastante devota,
la amo por tendencia natural,
y ella a mí, dulce sabrosa:
quien la encuentre por casualidad,
que le lea esta balada.

Balada
[de Margot la Gorda]


Si amo y sirvo a mi señora de buen corazón,
¿me tendréis por vil o tonto?
Ella tiene en sí virtudes para un gusto sutil.
por su amor ciño escudo y daga;
cuando vienen gentes, corro y tomo una jarra
y me voy discretamente, sin hacer gran ruido;
les sirvo agua, queso, pan y fruta.
Si pagan bien, les digo bene stat,
volved por aquí cuando estéis en celo,
a este burdel donde trabajamos.

Pero hay gran enfado
cuando Margot va a acostarse sin dinero;
no la puedo ver, mi corazón la odia a muerte.
Tomo su vestido, su cinturón y su camisa,
le juro que lo tendrá en pago.
A los lados se me agarra: “!Es el Anticristo!”,
grita y jura por la muerte de Jesucristo
que no será así. Empuño entonces un trozo de lo que sea
y sobre la nariz le dejo un escrito,
en este burdel donde trabajamos.

Después se hace la paz y me suelta un gran pedo,
más gordo que un escarabajo venenoso.
Riendo me pone la mano sobre la cabeza,
“!go, go!”, me dice y me golpea el muslo…
Borrachos los dos, dormidos como un zueco.
Al despertar, cuando le suena el vientre,
se monta sobre mí, para que no estropee su fruto.
Gimo bajo ella, que me deja más liso que una tabla;
con tantos excesos me agota
en este burdel donde trabajamos.

Haga viento, granice, hiele, tengo mi pan cocido.
Soy lujurioso, la lujuria me persigue.
¿Qué vale más? Cada uno imita a otro.
Ambos son equivalentes; a mala rata, mal gato.
Huimos del honor, él nos rehúye,
en este burdel donde trabajamos.




XIII. Tetrástico


Yo soy François, lo cual me pesa,
nacido en París, cerca de Pontoise,
y en el extremo de una soga
sabrá mi cuello cuánto pesa mi culo.


XIV. El epitafio de Villon
[o La Balada de los ahorcados]


Hermanos humanos que vivís después de nosotros,
no tengáis contra nosotros los corazones endurecidos,
pues si tenéis compasión de nosotros, pobres,
Dios tendrá antes misericordia de vosotros.
Aquí nos veis, atados, cinco, seis:
en cuanto a la carne, que hemos alimentado en demasía,
hace tiempo que está devorada y podrida
y nosotros, los huesos, nos hacemos ceniza y polvo.
Nadie se ría de nuestro mal;
pero rogad a Dios que nos quiera absolver a todos.

Si os llamamos hermanos, de ningún modo debéis
tener desdén, aunque fuimos matados
por Justicia. Sin embargo, sabed
que todos los hombres no tienen sensatez;
perdonadnos, ya que hemos partido
hacia el hijo de la Virgen María,
que su gracia no se agote para nosotros,
preservándonos del rayo infernal.
Estamos muertos, que nadie nos moleste,
pero rogad a Dios que nos quiera absolver a todos.

La lluvia nos ha lavado y limpiado,
y el sol, desecado y ennegrecido;
urracas, cuervos, nos han cavado los ojos
y arrancado la barba y las cejas.
Nunca en ningún momento estuvimos quietos;
hacia aquí, hacia allá, según varía el viento
a su antojo, sin cesar nos menea,
más picados por los pájaros que dedales de coser.
No seáis, pues, de nuestra cofradía,
pero rogad a Dios que nos quiera absolver a todos.

Príncipe Jesús, que sobre todos tienes poder,
evita que el Infierno tenga dominio sobre nosotros,
que no tengamos que hacer con él, ni que pagarle.
Hombres, aquí no hay broma de ningún modo;
pero rogad a Dios que nos quiera absolver a todos.

[De VILLON, François. Poesía. Bogotá, Oveja negra, 1983]

No hay comentarios: