miércoles, 16 de octubre de 2013

¿Qué crees que ocurre cuando se escribe poesía? Escultura de palabras (por un lector de poesía)

¿Te ha pasado encontrar afuera, entre las cosas (porque también las palabras mientras están muertas son meros objetos), algo que creías dentro de ti?
Las palabras poseen algún tipo de misterio, una vida secreta, que reactiva el animal furtivo nuestro.
Poseen magia.
Nuestro cuerpo, nuestra percepción misma, funciona por resonancia. Cierro los ojos. Mis oídos son ahora el único lazo con la realidad: no definen nada, ni las figuras ni sus bordes, mas esa “imprecisión” se da siempre como un pulso. La carne y la piel vibran, como cualquier objeto de la faz de este mundo. Me ocurrió ayer. Revisaba un libro arduo de Haroldo de Campos, Galaxias, que me obsesiona por su oscuridad, porque no dice nada, y así está bien.                      
Tarde o temprano todo significa.
Como lector de poesía, me preocupo, y me asfixio, ante la “claridad” de nuestra época.
(Acabo de descubrir que me resulta más fácil encontrarme en la tercera persona: sin pudor, hablo sobre mí cuando lo describo:
salió trémulo de la habitación. apretó los ojos bajo la luz de la luna el viento se extiende siempre el mismo. lo había visto. era él. no importaba que su cuerpo fuera la ceniza pálida que conservaba en esa ánfora discretamente guardada. lo había visto el mismo. los ojos oscuros como perdidos y la sonrisa delirante y benévola de hacía poco). Palabras repetidas: trémulo, temblor, pálido, oscuro. Las encuentro siempre.
¿significa que estas reiteraciones dan cuenta de quién soy? En la poesía sucede algo similar: el arte se escinde entre lo personal y lo neutro. Asentado en la diagnosis no se hace poesía, pero el poema es la constatación de ese vago rumor, de ese vaho ríspido que rasga el vientre y escapa.
Dije claridad: yo mismo, en mi vida diaria, hurgo entre los objetos y emblemas de este tiempo para explicar o explicarme cómo y quién soy, desde cuándo y cuánto valgo. Recia costumbre del martirio, rezago de una cándida lectura de Sartre a los 19 años de seguro.
La bulla de la calle. Los hombres, sus sombreros. Sus catacumbas llenas de ollas de monedas y edificios de cristal y fierro y garras y espectros: una máscara, un reino. Camino para buscar entre los desechos, entre tanta luz que abruma, tanto brillo que maúlla y mata. El llanto no existe. Como tampoco la muerte. Ni el dolor.
Sorpresivo encuentro de un ritmo interno.
Sin necesidad de decir “algo”. Música. Resonancia. Vibración. Escucho el silencio en la respiración del poema que respira en mi boca. Lenta palpitación de las palabras en los labios que sintonizan instantáneos con el poema.
Un retumbar que recorre mis cimientos y mis huesos.
El poema es de nadie. La distancia entre su concepción y su forma definitiva distinguen al verdadero poeta del aficionado o del farsante.
(se dijo que en esa página no aparecía su nombre, por más que su nombre figuraba amenazante. “si estoy en la lista, vendrán a buscarme, tal vez hoy mismo; tal vez esperaban que revisara la lista para ir a buscarme, acaso alguien se dirige ahora mismo a mi encuentro. ¿no tengo escapatoria acaso?).
Buscar en el poema una redención.
Por más que nadie me vea o me escuche me mantengo firme sobre la arena río marea ardiente
aquí estoy
navego busco entre las espumas azules de la noche el vientre afilado de una mujer distinta cada vez
su resplandor es similar al viento o a las estrellas cuyos nombres he memorizado Asterion por ejemplo es similar a un enjambre de avispas o a las marcas escarlatas que tarja la peste sobre el cuero de las bestias
La magia de encontrar una música, que sin explicación alguna, sintoniza con el oscuro navegante que viaja en mí.
Oficio del lector de poesía: distinguir entre la luz y la luz.
El chisporroteo y la flama son reales, también la gata, las flores de plástico en la mesa, el manuscrito nervioso que concluye.  
Oficio del poeta: edificar “un libro o casi una escultura doblez y desdoblez da viaggio” (Haroldo de Campos). No decir nada: epifanía: pura escultura

(y escapó entre las manos un corazón de buey plateado todavía vivo y asesinó y se transformó y sucumbió y se desnudó y se estrelló y se hizo así como fue siempre se mantiene la noche y soy la noche disimulada entre los velos de la nieve).