domingo, 27 de septiembre de 2009

Nadie Mejora


Siempre me he mostrado reacio a los cambios. Cuando se es niño las promesas nacen libremente, sin impedimentos. No se piensa en la dificultad que significan y poseen. Es simple: se promete y ya. Eso no es todo, con el tiempo nos damos cuenta de que estas promesas tienden a buscar una explicación, una superación, una cierta trascendencia. Nadie promete algo que no implique una situación más agradable. Se promete para mantener el orden o para mejorarlo. Pienso: ¿he leído un par de libros eso me hará un mejor ser humano? Desconfianza: qué significa ser mejor. Se cree comúnmente que la vida, la “experiencia” nos convertirá en mejores personas; que mientras más cosas interioricemos o soportemos tendremos mejores respuestas ante la vida. Se trata de una lógica cuantitativa. La vida nunca es mejor, sino diferente. A veces reaccionamos de manera admirable ante los sucesos más dramáticos de nuestra existencia; otras simplemente nos portamos como pequeños déspotas con una edad mental casi babeante. Todas esas respuestas no forman una cadena ordenada en sentido ascendente. No nos dirigimos a Dios. Tampoco hacia el lado opuesto. Creer que la edad y nuestra historia vital nos llevan a alguna parte es un error. Estamos sometidos al azar, a la sorpresa. Nuestra existencia es una navegación en un mar cubierto de flores amarillas y azules, bajo las cuales una profunda bestia se balancea. Nunca sabremos cuál es el color de la bestia, tampoco cuál es su forma; solo sabemos que se balancea por una alucinada burbuja que, cada cierto tiempo, al atardecer, aparece por un instante sobre la superficie.

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