domingo, 20 de septiembre de 2009

Milagro


He asistido a un breve monólogo. La intérprete narraba una melancólica historia. Amor, abandono, un final predecible y melodramático. Si nos fijamos solo en la historia se trata de una novela rosa de folletín sin valor artístico alguno. (Todo el aparato crítico en movimiento). Me lleno de rubor cuando recuerdo. A los dos minutos de iniciado el monólogo me encontraba sumido en la historia. No lo contado, sino esa voz esplendida. No por su belleza, sino por su sinceridad. Me he sentido un estúpido. El encanto estaba en esa voz que mostraba. La historia era solo un aditamento. No tengo explicación alguna para lo sucedido. Tal vez lo artístico no implica, necesariamente, lo estético. Otra vez Kant cuestionando a Hegel. (La maquinaria reconfortada).

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