jueves, 22 de octubre de 2009

Casa


Un sonido en la oscuridad de mi casa me ha despertado. Me levanto y persigo a aquella presencia oculta entre las sombras. Camino. Subo escalones. Bajo, descubro, encuentro rastros humeantes y desconocidos. Nada ha sido dejado en su sitio. Todo sigue en permanente orden. La casa, como si develara su secreto, me entrega su corazón lleno de impurezas, de fragmentos de nuestra única vida. ¿Quién es ese extraño visitante? ¿Por qué cada uno de sus pasos es presentido más nunca cierto? Vuelvo a mi cama, aturdido, exigiéndome unas pocas explicaciones. Cierro los ojos y me abandono a la oscuridad de mi cuarto. Aún es de noche. Otra vez lo he escuchado. Abro los ojos, los cierro. Todo es insignificante en este momento. Me aferro a mi cuerpo solamente. ¿Y si lo único real en este instante fuera la respiración de mi casa, su pausado pulso, el lento vaivén de su pulmones? ¿Y si en realidad lo único extraño en su interior fuera yo mismo? Una profunda neblina se hunde en los muros de mi habitación.

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