jueves, 29 de octubre de 2009

Perdido


En muchos de mis sueños toco a mi hermana. Es irreal la manera en la que ella y yo comprendemos ese lenguaje de piel, sudor, pequeños estertores. Es irreal, también, la manera en la que nos entregamos a aquella fiesta de fascinante descubrimiento. Terminado el sueño, desciendo nuevamente a la mañana, el agua fría, el desayuno caliente y todos en la mesa. Madre oficia una plática forzada. Escucho atentamente, especulo, me ofrezco en esencial reserva, me hago el desentendido, la indiferencia se apodera de mí: acaso nada pase. Callado, espero la vuelta al equilibrio: la inevitable pregunta se produce. Miro a todos lados, tomo un poco de aire, miento. Nada ha sucedido. Cojo mis cosas, me alejo, una gota de sudor se mantiene suspendida en mi frente. Por fin en la calle, sonrío.

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