miércoles, 9 de mayo de 2012

Siempre

Precisamente, la noche es el tiempo donde haces falta. De día estás cerca. No porque ocupes una dimensión o un territorio que linde con la vulnerable forma de mi existencia. De día, la luz nos comunica, como si pudiera extender mi mano y la distancia se consumiera en un torbellino de polvo y nada. Te acaricia mi recuerdo. Los movimientos de tu rostro encaran el tiempo. Cada vez más real. No hay ausencia. Te encuentras en cada cuerpo esquivo que rozo en mi desplazamiento por el mundo. Existes. Eres más real que el sol o las pistas de asfalto, que la rara consistencia de los muros de mi ciudad enferma. Camino contigo y no estás. Respiro contigo. Me contamino de ti. Muero de tu aire y respiro en ti. Estás. Eres ebullición, magma, sustancia. El frío de la calle me es ajeno. Las espinas de la gente y su dolor hastiado que continúa en ellos no importan. Cualquier punto es un encuentro contigo. Epifanía. He dicho epifanía. Las piedras de la calle saben a ti. El aire huele a tu pelo de hembra. Y aun cuando todo es carne podrida, un sendero de rosas moribundas persiste por donde te sigo, luz de la mañana donde habitas. Corazón del aire palpitante, te llevo debajo de mi piel. Camino contigo.  

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