Para Nanet
La arena brilla como un sable
pero
esa reverberación
insinúa el fatal encuentro entre
la marea y la luna /
mis manos entrelazadas
con el viento
yo buscando el corazón
relampagueante del polvo
pero nada es
igual a tu cabello flotando sobre un lago siguiendo el terco caudal de la
combustión
crepitan los montes brota sangre muerta de los espejos
extraños animales se reflejan en tus ojos envueltos en neblina en pelusas en
alambres cables misteriosos rajan el asfalto
mientras
me deposito sin esperanzas sobre la tierra henchida chillando la lluvia con su
cuchillo
recorre
el delgado hilo de la muerte
para que seas capaz de recoger las viejas hojas opacas formas
amuletos que conservo dentro de ti cubiertos de linfa fieles al transcurrir
rabioso del tiempo que toma por asalto el cielo
sin
hallar el metal de las mentiras los árboles
tragan
luz y se mantienen iguales y dan sombra a los viajeros y esconden bichos
alimañas peludas que respiran el tímido aire del amanecer niños cuya
circulación púrpura estrecha el universo de la noche
el
firmamento
las
estrellas se estremecen / me aproximo el
mar vibra bajo mi mano tibias sus aguas no se marchitan me arrancas la piel el cristal
que refracta tu respiración se fractura se quiebra gruñe el óxido de mis
articulaciones el amor
su
inesperada radiación
asisto así a
la separación de las espesas aguas
sus ropas flotan remecidas por el sol fustigadas por el
viento riendo
a
la intemperie
sin noche ni chispas
son
los maderos la polilla amarilla que los transita los pececillos de colores
disueltos en la lluvia sin rostro cuya máscara es carne sarro fierro / entre nosotros dentro de nosotros la certeza
del abismo el silbido de la muerte el silencio el mar y la miel esplendida que
rebosa de los odres
manantiales de colmillos
cercados por rapaces
carniceros
rondan
y roen las flores vaporosas tu vestido de humo tus manos de lodo sin tiempo
abundan sobre el pasto o la orilla o el borde
puntiagudo de tu piel helada
llena
de estrellas y llamas y diminutos relojes que reiteran una y otra vez el vaivén
mortal de las aguas
el encuentro
fortuito de dos planetas de fuego
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