jueves, 23 de octubre de 2008

Bambu, la nada (esto no era lo que quería decir)

Tengo cinco dedos, aparecen y son cinco dedos que se mueven. Contemplo maravillado mi cuerpo y siento mi piel ligeramente gris, llena y cubierta de rosas y cristales que cubren toda la tierra las paredes de la mina, de la mina derrumbada en la que murieron muchos hombres con cascos morados y mascarillas. Recuerdo que cuando tenía 5 años mi abuela nos dejaba en la casa encerrados con un televisor blanco y negro a mi hermana y a mí. Yo nunca conocí a mi hermana, no la conozco ahora. Ella es una parte oscura en mi mundo de color. Desde pequeños no era raro encontrarnos peleando. Cuando mi abuela se iba el mundo se dividía. Ella dominaba el jardín y sus aguas, los animales y todas las plantas. Yo me encerraba en el cuarto, en la cama montado en ella, el televisor. Cinco dedos son cinco dedos. Era pequeño y veía con grave admiración mi mano. Era mi mano y en ese momento contemplando eso que era eso que era yo vino la pregunta. El primer descubrimiento es la marca. La línea que seguiremos está ahí. No creo en nada, ni siquiera en mí mismo, creo en el amor, pero no sé si pueda salvarnos. Cuándo conozcas el miedo. Nadie cambiará. La pregunta es porqué preguntarnos algo maldita sea. Quiero ser libre, pero significa mandar a la mierda todo. Preguntale al pequeño que mira su mano y no sabe nada y se da cuenta que detrás de su mano existe un terrible secreto que lo inutiliza que lo convierte en una suerte de vagabundo, de pequeño dios que sabe la verdad y se quema. Salve la gloria aquel que vio la luz y se muere. Abre los ojos y tal vez alguien los cierre.

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