miércoles, 14 de enero de 2009

This Body

This body. This body holding me… 
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Forma parte del aprendizaje —del “amansamiento”, según Sloterdijk— el descubrir que el mundo no nos tiene como centro.

Muchas veces nos encontramos en casa, solos, después que terminamos con la enamorada, el viaje que te prometieron no se dio y jalaste todos los cursos que podías jalar e incluso los que no podías. ¿Quién tiene la culpa? Dios que no existe, el gobierno que es un incompetente, los comunistas que joden todo, o nadie.

Es verdad que nada puede cambiar por que tú lo quieras, porque simplemente lo desees. ¿Soy tan importante para que todas estas cosas me pasen solo a mí? ¿Estas cosas me pasan solo a mí? El sufrimiento, el dolor, la alegría, la euforia son experiencias difícilmente compartibles. ¿Dónde estoy yo? ¿En qué recóndito lugar? ¿Dónde empiezo y dónde termino? ¿Es mi cuerpo mi comienzo y mi final? ¿Es acaso este el espacio en donde me doy a mí mismo? ¿En donde puedo asegurar que soy yo mismo? El cuerpo no es el espacio en donde habito yo. Tampoco es un templo que espere la visita de algún ser trascendente. Mi cuerpo es lo que me permite estar aquí y jamás es solamente un lugar, es el tiempo mismo; la inmortalidad que se da en cada pulsación, en cada milagroso movimiento.

Muchas veces en la escalera del tercer piso, de bajada o de subida, un súbito parpadeo me obliga a detenerme. Una fuerza sobrenatural o algo extraño a mí mismo me obliga a detenerme. Es como si mi sangre punzara. Como si otro latido cercano a mi corazón entremezclara su sonido, como si buscara su propia forma. Como si alguien me habitara y me ofreciera la oportunidad de la muerte. Me detengo y tomo aire y pienso "¿quién eres tú y por qué me pides esto?". Y comienzo el descenso o el ascenso y trato de olvidar otra vez.

Todo hombre cree que es el último hombre o el primero.Cree que su sufrimiento es único y auténtico. 
Cree que su alegría o sus ganas de morir son también únicas y auténticas.

Si un tipo de chaleco de cuero marrón con un sombrero de vaquero verde hoja caminara por las calles. Algunos lo mirarían extrañados. Si este mismo hombre pero ya no con chaleco de cuero marrón ni con un sombrero de vaquero verde hoja, sino con un par de muletas inmensas caminara por las calles, algunos lo mirarían con misericordia. Pero si este hombre empujara con sus manos el cochecito en donde transporta su tórax o si tuviera tres piernas y tres ojos y caminara con un tentáculo rosa a la mitad de su pecho, ¿quién lo miraría? ¿Alguien querría mirarlo? ¿Acaso no se espantarían y empezarían a correr?

No puedo sentir sino odio por alguien que me mira.

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