lunes, 13 de abril de 2009

Dando vueltas

Casi siempre terminamos peleando. Una huaca que en este momento es un basurero. No entiendo cuál es el vínculo, la razón o la causa para que este pedazo de barro tenga que significar algo para mí. Hace muchos años para construir una carretera barrieron del mapa una o dos de estas. Cuál es el valor, qué hace especial esta construcción que en este momento no me causa la menor extrañeza. Acaso no es natural que cada nuevo pueblo que aparezca elimine todo vestigio de algo anterior. Un mundo debe ser destruido para que otro nazca. Y así el fin del mundo ha sido una y otra vez, lleno de sangre y flores y sepulturas. Quiero pensar que algo queda, pero eso no es más que otro intento desesperado de evadir la muerte. ¿Si todo acaba, no es lo más natural del mundo que una civilización termine también? Nuestra finitud me causa horror.
Muchos hombres antes que yo han pisado esta tierra. Han construido sus casas y sus campos, han hecho que la tierra florezca, que los árboles den fruto. Su trabajo no ha sido en vano; algo de ello queda aún en los atardeceres. Pero por más que intento e intento no puede acceder a ese toque de gracia que nos da la fe en algo. Me es imposible considerarme uno de ellos o incluso sentirlos cerca. Son tan extraños para mí como seguramente yo lo hubiera sido para ellos. Lo único que tengo en común con ellos es mi muerte, mi pobre humanidad, que es lo mismo que decir nada. Ellos también estuvieron acá. Y si esa coincidencia, esa azarosa casualidad, tuviera algún sentido sería el de la sorpresa o el desconcierto.
Y llega la pregunta: ¿y si me alimentara de sus muertos? ¿Si acaso construyera mi casa y mi tejado con el mismo barro? ¿Si cada una de mis ideas y mis sueños no fuera más que una ridícula proyección de algo ya ideado y soñado? ¿Si cada palabra sonara doblemente, como puro sonido y como otra vida? Estoy acabado no porque termine un ciclo sino porque hay algo completo que llevo dentro de mí como un segundo corazón. Ellos vivieron en esta tierra, también murieron en ella. Sus cuerpos, como un polvo blancuzco, aún deben reposar aquí. Aunque ya nadie se acuerde de ellos, aunque sus hijos y los hijos de sus hijos hayan muerto también. Si acaso un ciclo nos envuelve, si acaso encerrados en la rueda solo damos vuelta, quiero creer que cuando grito algo de ellos sobrevive y respira en ese grito. Y no es porque los conozca sino porque esa tierra, ese barro inesperado, del que está hecho esa huaca, mis manos y sus campos es el mismo. Quiero creer aún cuando sepa que todo es mentira: solo el milagro es real, aunque no exista.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

NADIE MUERE ,SOLO NOS CONVERTIMOS EN CONSTRUCCTORES O DESTRUCTORES.ESTA HUACA LO COMPRENDIO, ES EL CUERPO DE UN MILAGRO,SOLO QUE PASO HACE TANTO QUE NI LO SOSPECHAMOS.AHI ESTA LA PELEA, CONTRA LO QUE NO VEMOS.NO ES EL BARRO,SINO LO QUE SIMBOLIZA, HOMBRE DE BARRO QUE NADIE DESTRUYE,SOLO TU mismo.

Lisandro Gómez dijo...

Solo el milagro: como un un grieta en los muros. La muerte no existe.