domingo, 15 de febrero de 2009

El sacerdote y el guerrero

Una sola imagen me persigue. Desde hace semanas no logro verme sino en un campo de batalla, sangrante y osado. Cada vez que intento dormir, como si recuperara un recuerdo, algo verdaderamente mío, aparece esa visión. ¿Quién es aquel sujeto que no tiene mi rostro ni mi cuerpo, pero ante el cual no hay evasión posible? Hay días en los que no tengo fuerzas para retenerlo y me sumerjo en ese viaje imposible en un mundo que tampoco es mío. No entiendo. Si en nuestro interior una imagen sangrienta encuentra su reflejo en otra imagen sangrienta, solo queda mi insuficiencia de ser. Un hombre atrapado entre el cielo y la batalla. Alguien que aterrado mira desde las ventanas, como si fuera muchos hombres y un solo gruñido. No entiendo. ¿Acaso la ilusión mística no sea otra cosa que el éxtasis del que ha vencido a la muerte y la invoca continuamente? En mi interior una sola lucha se desata entre el que contempla y el que nada ve sino los ojos de su adversario. No existe ninguna gracia en el entendimiento. Callo. Y si acaso no existe la salvación, solo soy el espacio entre la muerte que llama nuevamente a la muerte.

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