jueves, 26 de febrero de 2009

Babel

Reviso mi biblioteca: mi mala costumbre de rayar los libros me persigue. Siempre pasa lo mismo cuando cojo un libro. Una primera línea o un párrafo entero, peor aún páginas y páginas rayadas. ¿Qué significa eso? De un libro de cientos de hojas solo recuerdo, a veces, esa sola línea y me siento feliz de que ella sobreviva y me haya liberado o no, despertado o no, castigado o no, iluminado o no. A veces esa línea no dice nada: es una imagen bella o tonta o inútil. Me siento en el sofá: otra vez descubro el sinsentido. Estamos acá y ni siquiera importa lo que lees o lo que haces. A veces creo que lo mejor que puedo hacer es tirarme en el piso a esperar la muerte. Sí, en medio de mi sala o, mejor aún, en medio del mar, sintiendo como mi piel se seca y la sed y el hambre terminan conmigo. Sonrío y leo esa sola línea subrayada. Tal vez la vida no sea tan diferente a mis libros. La felicidad no puede ser esa meta que te espera al final de tu vida; no, bajo ninguna circunstancia. La felicidad es aire o arena caliente en las manos. Busco y busco y no sé siquiera lo que es la felicidad. ¿Dónde estás?, me pregunto. ¿Qué eres?, me sigo preguntando. Tal vez el sentido de la vida se encuentra en esos tres o cuatro segundos que justifican nuestra existencia; en esos tres o cuatro segundos que no tienen más valor que para nosotros mismos; en esos tres o cuatro segundos en los que somos libres y, por fin, llega el silencio.

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