martes, 13 de octubre de 2009

Hotel paranoia o sobre la muerte del héroe en Cloverfield (I)

Este ensayo es una respuesta a la reseña que Ricardo Bedoya publicó sobre Cloverfield[1]. Destaco en ella una omisión y replico uno de sus planteamientos. Este es un análisis inmanentista. Limitado sin duda. En realidad, es más un ejercicio de argumentación que otra cosa. Así que, Ricardo, no te lo tomes a pecho. La principal ausencia en la reseña: jamás se menciona la estrategia de marketing de la película. Cloverfield trabajó una publicidad constante desde antes que se proyectara. ¿Qué tiene esto de novedoso? Lo hizo a través de información filtrada en la red. Una suerte de cadena que te obligaba a seguir eslabón por eslabón hasta que llegaras a algún sitio. Nunca se llegaba a nada concreto. Incluso la página de la película solo contiene un grupo de imágenes que se pueden mover con el mouse; detrás de algunas de ellas se pueden encontrar palabras escritas[2]. Se jugaba a (con) lo misterioso. Así fue como una serie de amigos de la red buscaba, encontraba, divulgaba y se exaltaba cada vez que descubría un dato. Solo con ese seguimiento puedes obtener la información que explica y completa la película. Sino solo te queda una imagen turbia y penosa de los acontecimientos. Este hecho anecdótico guarda estrecha relación con una particularidad del film: no sabes nada. Lo primero que se vulnera en el espectador lego en computación es la información básica. La génesis de esa bestia inmensa es desconocida. Si accedes a los detalles de la producción te enterarás de algunas cosas vinculadas con el diseño del monstruo y muchas referencias importantes para la comprensión de Cloverfield. Espectador activo y posesivo.
Para los que no la han visto: Cloverfield es una película de monstruos narrada en primera persona. Se utiliza el recurso de la cámara en mano. Si bien su valor estético es dudoso, no sucede lo mismo con los componentes ideológicos que contiene. La película vista sin otro apoyo que la misma proyección deja una serie de vacíos: lo absurdo de los acontecimientos genera una gama de preguntas. Un monstruo que sale del mar y ataca Nueva York (una vez más). Una relación de pareja que “casualmente” se relaciona con este incidente. Una narración que vincula ambas historias y un final “triste” (o mejor, no feliz). Este aspecto es el que cuestiona Bedoya. Para él, no se llega a conciliar la “comedia romántica” y el thriller. Se trata de dos relatos que no coinciden y que, a la larga, terminan por fracturar la película. En otras palabras, no existe una unidad de género. El intento de fusionar ambas instancias fracasa. Esto significa que la película está mal planteada. Esa afirmación es errada. Retomemos: la ausencia de una explicación constructiva del nacimiento y clave para destruir al monstruo es una estrategia que posee infinidad de lecturas. El hecho de haber colocado esa información fuera de la película es sin duda un mecanismo comercial para involucrar de manera activa al espectador. Este encuentra su correlato en la individualización del punto de vista. El narrador invoca al espectador. ¿Por qué en un momento como este se da un movimiento así? ¿Cloverfield es realmente una película “mal planteada” o se trata de una película semidesnuda, es decir, una que muestra cuáles son los recursos, presupuestos, estrategias y estructuras constituyentes de este tipo de realizaciones? ¿Acaso esta película es una puerta abierta por la cual podemos intentar un primer diagnóstico de la política norteamericana, mejor dicho, de la manera cómo se relacionan el individuo y el Estado gringo? Cuando una pieza del rompecabezas se mueve implica más que ese simple movimiento.
Los desplazamientos de poder en el mundo se vinculan con el aumento y/o carencia de fe. Solo una época como la nuestra es capaz de mostrar cómo el hombre religioso
[3] no solo ha sobrevivido sino que sostiene el precario equilibrio en el que nos mantenemos y es una pieza clave para entendernos. La política convertida en una suerte de culto compartido, la figura del héroe político y una serie de elementos que rememoran los rituales de la iglesia son mecanismos por los cuales se ponen de manifiesto antiguas fórmulas religiosas. Nuestro mundo no está hecho sino de estas fórmulas reivindicadoras de lo sagrado, presentes en nuestra vida cotidiana. Con esto no quiero decir que las cosas se mantengan detenidas en el tiempo o que podamos afirmar de manera fácil: “el hombre no ha cambiado, sigue siendo el mismo”. Sino que estas estrategias se mantienen, aunque por otros medios y cumpliendo otras funciones. La secularización efectuada en la modernidad implicó el reposicionamiento de estos mecanismos, en ningún caso su extinción y/o superación como, por lo general, se piensa.
El hecho de que la cultura de masas reproduzca (palabra clave para nuestro ensayo) en serie una gran cantidad de accesorios e implementos y haya convertido el ocio en un espacio de politización e ideología se vincula explícitamente con mecanismos de construcción de nuestros parámetros mentales. En nuestro caso, el uso de fórmulas en la realización de películas es una exigencia no solo presupuestal, implicada con asuntos de producción, sino una necesidad y una suerte de autorregulación del sistema. Si bien no podemos afirmar que cada película de Hollywood es producida por el gobierno de los Estados Unidos, eso no impide que estas se puedan en leer en clave simbólica y sintomática. Su cualidad de manifestación del cuerpo nacional es una cifra que ayuda a suponer/entender el estado en el que se encuentra su población, las ideas que comparten. Cada vez estoy más convencido de que la posibilidad de pensar el Estado nacional como un cuerpo-tejido integro en el que cualquier modificación de las partes muestra la salud del todo ofrece una serie de ventajas para el análisis. Aunque estas ideas no han alcanzado un estado óptimo y necesitan repensarse (tal vez por años y años) no veo impedimento para suponerlas en este trabajo.
¿Cloverfield se convierte de esta manera en un síntoma de la pérdida de fe en el sentido común de los norteamericanos? Es posible y me interesa la explotación de esta posibilidad. Como afirmaba Nietzsche, solo el fanático es capaz de sostener un imperio. Invirtiendo los términos: todo imperio para subsistir, para mantenerse, convierte a sus habitantes en fieles, en creyentes. Cito a Nietzsche: “En comparación con el que tiene la tradición de su parte y no necesita razones para obrar, el espíritu libre siempre es débil, sobre todo en la acción; pues conoce muchos motivos y puntos de vista y, por esto, obra de manera insegura y vacilante”
[4]. Esta debilidad es la que caracteriza al surgimiento de la autoconciencia en la vida social. La relativización del bien y del mal, en el lenguaje de Nietzsche, implica una identificación y un cuestionamiento profundo de los códigos y estrategias por los cuales se reproduce en el individuo la sociedad. Esto significa que la sola presencia de este sujeto interfiere y pone en peligro los modos y convenciones sociales en su conjunto. Esta situación describe muy bien el modo en el que el intelectual se inserta en el grupo. Con todo, no es la única manera de comprenderlo. Un sujeto “fuerte”, convencido plenamente de lo que hace, de su lugar de procedencia y de su razón de ser en este mundo es el mayor instrumento de conservación del poder. Pero ¿Si este estado se modifica, acaso es posible que los mismos instrumentos que mantienen el sistema evidencien, debido a un exceso o a una carencia, la inseguridad o la pérdida de fe? La fe mueve al mundo. La política concebida como la movilización de amplios grupos sociales en una dirección definida es un ejercicio en el que dios y el estado se siguen dando la mano.



[1] BEDOYA, Ricardo. “Monstruos de hoy. Cloverfield y Michael Clayton”. En: El Dominical. Suplemento de actualidad cultura de El Comercio. Lima, 17 de febrero del 2008, p. 15.
[2] Cf. Wikipedia
[3] Para lo que sigue: cf. ELIADE, Mircea. Lo sagrado y lo profano. Barcelona, Labor, 1985; NIETZSCHE, Friedrich. Humano, demasiado humano. Madrid, Mestas, 2007; y PAZ, Octavio. Los hijos del limo. [Bogotá], Oveja Negra, 1985, el primer capítulo especialmente.
[4] NIETZSCHE, Friedrich. Op. Cit. P. 185. Cursivas mías.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesantes apuntes sobre la pelicula en si y lo que la rodea. Me llama la atencion lo que mencionas sobre la fe. Eso explicaria muchas de las preguntas que me hago sobre por que hacemos lo que hacemos, sobre que nos mantiene andando y mirando en una direccion. Acerca de la pelicula y su final, me recordo otra pelicula no de monstruos peri si con una trama similar y un desenlace casi identico: Miracle Mile. Una pareja circunstancial se encuentra en medio de una catastrofe para al final morir juntos. Se puede hacer un analisis de la sociedad, del orden, de los principios, todos enfrentados como bien dices a un evento absurdo, y ver como algunos de esos "principios" se desmoronan o son facilmente cuestionables. Pero creo que al mismo tiempo estas peliculas dejan ver que por encima de la destruccion de todo, de lo material, del orden y las ideas, siempre esta ese espiritu humano que se manifiesta con la solidaridad y el deseo desintereado de ayudar y estar con alguien mas.
Suerte!!!

Lisandro Gómez dijo...

Gracias por tu comentario. Como soy muy descuidado he dejado el blog por un buen tiempo (aparte de que estoy en una sequía, no de ideas, sino de coraje, voluntad y energía para ponerme a escribir).

Pienso que la diferencia entre la fe y la razón como movilizadores de los grupos sociales radica en que la primera no distingue entre visión de mundo y acción. La fe supone actos y rituales; la naturalización de estos la configura y constituye. La fe se mueve siempre en tiempos y niveles distintos. La fe siempre es presente y futuro, pero no es un futuro de posibilidad, sino un futuro del presente que es y será. Esto involucra también una construcción del pasado, una redefinición para el futuro. El pasado funda el futuro. El presente es un tiempo sumido en aquello que (todavía) no es. Sin duda la fe involucra también una suerte de sensación -yo diría incluso sensualidad) compartida. La fe organizada con fines políticos no solo "disciplina" el cuerpo, lo convierte en un espacio de éxtasis y comunión, entendido esto en un sentido productivo. Se busca procesar el discurso en sensibilidad. Desde ese punto de vista, no es solo una creencia, sino una fuerza "cósmica" que busca UNIR TODO. Gracias, por la recomendación de la pela; tenlo por seguro que la buscaré.

Sobre lo último que mencionas, no estoy de acuerdo. Sin duda se trata de una lectura válida. Pero, por lo menos en Cloverfield, esto evidencia una suerte de compensación narrativa; la cámara en mano altera la FORMA de la película: es la película de una película, una grabación personal, una grabación militar, el documento de una catástrofe. Cualquiera de estos días voy a publicar la versión final de ese ensayo; aunque en realidad son fragmentos sueltos en torno a esa película. De hecho que hay cosas que son pura especulación.

Suerte!