sábado, 17 de octubre de 2009

Posesión


¿Cómo no desconfiar? La originalidad, lo absolutamente personal, la “individualidad” suenan a nada cuando frente a uno aparecen exacta o ligeramente replicados los gestos, el movimiento, el rostro mismo. ¿Cuántas veces hemos encontrado esos labios, esos ojos, ese intenso color de su cabello bajo el sol? ¿Cuántas nos hemos levantado conmovidos ante el espectáculo de un cuerpo semejante? Las personas se repiten con una penosa insistencia. No es extraño encontrar combinaciones disímiles y reales de aquello que consideramos una particularidad. ¿Existe algo realmente propio? ¿O acaso aquellas reproducciones no son más que una pequeña ligereza, una broma de mal gusto? ¿Se trata solo de un préstamo de piel, cejas o nudillos? ¿O acaso nosotros mismos, nuestro precioso interior, es también un compuesto de materias inverosímiles y nómades dispuestas sobre geografías y latitudes extrañas? Quién soy, me pregunto, mientras la mujer que amo se disuelve entre una volátil muchedumbre.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante escrito.

(Ciertamente, qué asombroso son los parecidos entre las personas, pero son las pequeñas diferencias las que nos generan una identidad. Me reconozco a mi mismo cuando no me reflejo en algún sentido en el otro, ahí es donde sé que "yo soy yo"...

Son además, esas diferencias las que enriquecen ese parecido, los labios de aquella son iguales a los míos, sólo que los de ella son... Eso me reúne en un género, y al tiempo que busco lo diverso y lo mutable, obtengo el identificarme con un ser que por semejanzas es totalmente diferente.

Como apartado, muy interesante pregunta con la que inicias el texto, y más aún el título.

Lisandro Gómez dijo...

Hola, gracias por tu comentario!

Cuando escribí este breve texto no consideré una variable de este problema. La referencia exacta no la tengo a la mano, pero sí recuerdo que fue en un texto de Octavio Paz, tal vez en el Cuadrivio, o de Emil Cioran, Breviario de la podredumbre, si mal no recuerdo, donde descubrí esta variante. En alguno de estos libros se menciona un detalle decisivo: la personalidad también es un producto histórico y la consecuencia de combinaciones inefables. Pensar que somos, también, otro es algo fascinante y terrible al mismo tiempo. La singularidad de cada ser es innegable, sin embargo no puede demostrarse; surge el pánico, entonces? No. Solo la humillación. Qué somos "únicos" es un hecho; no precisa demostración algunas... Jajaja!!!